Por cuenta de la corrupción y de políticas públicas absurdas el buen diagnóstico médico ya no es práctica de nuestros días.
El ojo clínico que nació con la tradicional escuela de medicina francesa, literalmente fue borrado por el auge de las EPS.
Con sólo mirar al paciente, concepto hoy revaluado, el médico de antes ya sabía su padecimiento, sin apelar a los resultados de laboratorio.
Era el ojo clínico, que se adquiere con conocimiento, buena preparación académica, la experiencia, que no la cambian los años ni la tecnología, una buena historia clínica, sentido común y malicia indígena.
Son historias que retrotrae el médico pediatra Alberto Aroca Saade (Tico Aroca), convencido de que la Ley 100 alteró la relación médico-paciente, convertido hoy en cliente, y distorsionó los postulados de la medicina francesa, sustentados en el examen físico, el interrogatorio y la semiología que estudia los síntomas de las enfermedades.
Todo este trabajo se pierde en un computador al digitar la parte administrativa, de tal suerte que los médicos de las EPS no tienen tiempo siquiera de mirarle la cara al paciente, porque en un santiamén deben revisarlo y medicarlo, más de las veces con ibuprofeno o acetaminofén, porque no hay otro fármaco, según queja de los mismos usuarios.
Que colapsó el sistema público de salud, es innegable, pero no hay que buscar el hueco fiscal en el recobro del Fosyga, dineros que no gira el Estado, como afirma la Asociación Colombiana de Empresas de Medicina Integral, ACEMI, que agrupa el mayor número de estas entidades, afectación de menor peso en comparación al grueso de utilidades que detentan con creces las EPS en manos de la élite: presidentes, ministros, banqueros, congresistas, empresarios, políticos, etc., renuentes a girarles a las clínicas y hospitales (IPS), que hacen de tripas corazón, mientras que la gente agoniza y perece después de agotar el letal paseo de la muerte. En ese contexto, ¿se acabarán los abusos de las EPS, tal y como lo acaba de esbozar el Presidente Iván Duque? Será que pisa callos con esta decisión, que sería plausible y consecuente, pero lejos de la realidad.
Terminan los usuarios de las EPS pagando varias veces la salud por la multiplicidad de copagos y en últimas recurriendo al médico particular, y eso si dispone de los recursos, en busca de una consulta confiable, que contrasta con un sistema de salud usurero que ya no tiene el enfoque de servicio social porque mutó como el cáncer en un bien explotable que se maneja como una mercancía, así se pregone que “con la vida no se juega”, pero la salud degeneró en un negocio y se mide por réditos económicos. “Prohibido enfermarse”, puede ser el colofón de esta tragicomedia llamada salud.
Miguel Aroca Yepes