El año 1980 estuvo lleno de muchas ilusiones para el maestro Leandro Díaz ya que durante el recibió un sinnúmero de ofrecimientos de muchos amigos parranderos que al calor de los tragos entusiasmados con sus canciones le prometían regalos, dinero, carros y hasta casas; pero que a la hora de la verdad todo quedó en ‘promesas de cumbiambera’ según reza el adagio popular.
Él llegó a pensar que todo aquello tendría un final feliz, pues eran las épocas de la bonanza marimbera y con frecuencia comentaba la gente: a ‘Poncho’ Zuleta el compadre “Luki” le regaló una ‘cuatro puertas’, o a Diomedes, Samuel le dio un Rolex con diamantes y a Oñate el “Chijo” López lo montó en un Toyota nuevecito.
Eran los regalos comunes para las estrellas de canto por parte de sus benefactores y amigos, pero para el maestro Leandro que sin haber pedido obsequios a sus amigos, estos se los ofrecían en las parrandas y así solo recibía promesas, solo promesas y decepciones que lo animaban a seguir cantando.
Como una forma de zaherir a los amigos “jaraganes” y divertirse a la vez compuso el paseo “El negativo”, donde describe estos episodios: Cualquier día recibió la visita de “el Cacique” Diomedes Díaz que llegó a buscar una canción para su próxima grabación y este, al ver que en su patio tenia varios arboles ofreció traerle de la junta, un chinchorro de los que allí con fique se producen artesanalmente. “Dentro de dos días lo tienes aquí” le dijo y Leandro entusiasmado mandó a comprar las manilas para comprarlo y ‘fresquiar’ en el patio. Diomedes nunca regresó y las manilas colgadas en un palo de mango le sirvieron de entretención a los ratones, las hormigas y a las cotorras. Fue Diomedes que comenzó/con un chinchorro de cabuyita/Yo compré un par de manilitas/ Y el chinchorrito nunca llegó/.
En los mismos días Alfredo Gutiérrez que estaba en la piña, le ofreció en una parranda donde el “Chijo” Zuleta, mandarle una plata de Barraquilla pero nunca apareció un cheque, un giro, un telegrama y el efectivo si ‘requetemenos’.
En esa época Leandro animaba muchas parrandas en la Paz y en una de ellas Lázaro Cotes le ofreció encargarle a Maicao una grabadorita, para que pudiera grabar las parrandas y distraerse. El encargo se hizo pero nunca llego, la explicación que recibió fue que en un decomiso hecho por la aduana, en un bus cargado con whiskey y cigarrillo también cayó la grabadora.
José Carlos Morón otro amigo de La Paz, le ofreció un ventilador, que para su fortuna a Leandro no lo agobiaba el calor pues el ventilador, cuando lo estaban probando en la galería se fundió y no tuvo arreglo.
En una parranda en San Juan del Cesar donde Rodolfo Padilla, un tipo a quien le decían “Manca” le ofreció un equipo de sonido que nunca sonó. Fueron dos años recibiendo razones que ya casi se lo mandaban y cuando parecía que estaba cerquita, el tipo se mató en un accidente.
POR POCO, PERO IGUAL: NADA
Pero la vez que Leandro estuvo más cerca de coronar un buen regalo fue en Riohacha donde después de parrandear tres días con Sócrates Barros, este le regaló su camioneta inclusive le entregó las llaves para que buscara un chofer, pero al día siguiente cuando le pasó la juma se las quitó argumentándole que el carro tenía problemas porque estaba muy tracuteado y que él se merecía un carro nuevo que lo traería de Maracaibo. El carro lo compraron y la noche antes de traerlo a Maicao los jaladores venezolanos, los más finos de América, le dieron viaje y otra vez se desvaneció la burbuja. De todas maneras Ivo hizo el curso de manejo y hoy en día es un diestro en el volante de una Prado que pudo comprar a punta de galillo.
En la época Leandro vivía en San Diego, de donde es oriundo su amigo Hernán Muñoz, infaltable en todas las parrandas sandieganas y comenta Leandro que en diecisiete ocasiones le ofreció una grabadora y diecisiete veces le quedo mal.
Fue la época en que el doctor Aníbal Martínez Zuleta era el Contralor General de la República y tomándose unos tragos en la casa de Leandro le ofreció crearle una corbata para que pudiera tener un sueldo mensual. No cobro ni una quincena.
Finalmente de los amigos, de los artistas, de los marimberos, los parranderos y hasta de los grandes personajes de la política nacional, Leandro solo recibió decepciones, pero él siguió cantando y como dijo en uno de sus más celebrados paseos: /Y cuando quiero flaquear/Siento que Dios no me deja/ Luego me pongo a cantar/Le doy alivio a mis penas/
Julio César Oñate Martínez/El PILÓN
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