Nunca me he considerado un actor político en términos electorales, es decir no tengo un caudal electoral ni lidero alguna microempresa electoral que pueda negociar con los candidatos a algún cargo de elección, digamos que tengo una imagen y un prestigio construido en estos 25 años de vida profesional y creo que eso algunas veces suma para algo, el hecho es que al igual que el votante raso también me han decepcionado los candidatos que he apoyado una vez firman su acta de posesión.
Era la campaña del 2012 y Gonzalo Gómez era ya prácticamente el alcalde de Valledupar, solo faltaba el día de la elección, toda la dirigencia y los pesos pesados lo acompañaban en esa campaña, nada podía salir mal, era alcalde seguro. Fredy Socarrás era su contrincante en ese momento y con pocas posibilidades, venía de una sucesión de derrotas por lo que no era ni de lejos el favorito, sin embargo, junto con mi hermano decidimos apostarle contra todo pronóstico a su proyecto, nos reuníamos en una pequeña oficina en la calle 17, era caliente y lo único que había era unas bolsas de agua y ni siquiera estaban frías, pero cómo se soñaba en ese lugar.
Cualquier día de esas improvisadas reuniones Fredy hizo un acto apuntando al cielo con su dedo índice y una mano en su rodilla ligeramente inclinado hacia adelante que selló nuestro apoyo irrestricto hacia esa causa, y cito literal “…les juro por Dios una cosa, yo voy a ganar la alcaldía con todos, pero voy a gobernar con mis amigos, y esto que ustedes están haciendo no lo voy a olvidar nunca” fue un momento sublime, ya yo me pintaba en los pasillos de la alcaldía ostentando que tenía a un amigo alcalde, pero por esas cosas impredecibles, faltando a lo sumo pocos meses para la elección, Gonzalo Gómez cometió una imprudencia y se le vino el mundo encima y Fredy empezó a subir como espuma y se hizo el milagro, esa noche agotado, ya sin un peso en el bolsillo y con el carro en reserva me fui para el comando a festejar el triunfo, habíamos contado casi 1.200 votos en esa campaña.
El 2 de enero supe que estaba en una reunión en el hotel Sonesta, me bañé y me cambié en un santiamén y salí cual bólido para el hotel a felicitar a mi amigo alcalde, me bajé del carro y nos encontramos en las escaleras y me le abalancé con los brazos abiertos, el alcalde hizo un ligero saque de cuerpo como esos toreros Españoles y con la mano abierta a nivel del pecho me hizo un gesto que interpreté como un “aléjate por favor” ya se pueden imaginar mi nivel de frustración.
Pero llegó 2015 y después de haber hecho el juramento del borracho de dejar de beber el día del guayabo, ahí estaba yo poniéndole el pecho a la campaña del favorito y acompañando al entonces ‘Tuto Uhía’ como popularmente se conocía, se repitió una vez más lo mismo, los abrazos, las promesas y el nombre de Dios acompañando cada una de ellas, incluso hasta me ofrecieron que fuera el candidato al Concejo, lo cual no acepté pero ahí estuve entregado en cuerpo y alma; cualquier día un gran amigo que asistía a las reuniones de crisis me preguntó que si yo estaba acompañando la campaña de ‘Tuto’, la pregunta además de extraña era irrespetuosa, por supuesto ¿Y quiere más? Y me dijo, se lo pregunto porque el candidato dijo que usted no lo estaba apoyando y que no reconocía ningún apoyo suyo.
Como nunca he dado crédito a los chismes seguí hasta el final y sucedió lo que esperábamos ¡Ganamos carajo! Y otra vez la adrenalina a millón y el sueño de tener a un amigo en la alcaldía volvió a inundarme; en ese entonces delegaron a uno de los más cercanos asesores del ya alcalde ‘Tuto’, conocido como ‘Yanca’, un personaje con una locuacidad solo comparada a su tutor nos reunió en una sala de junta que nos prestó un amigo y nos pidió que le entregáramos las hojas de vida, era un 10 de enero de 2016 y que era lo máximo que podía hacer, para mi estaba bien así que lo consideré un triunfo en ese punto de mi vida ¿Qué podía salir mal? (Continuará)
Por Eloy Gutiérrez Anaya