Lo inútil de lo útil, parece una contradicción, pero es un axioma y usual en intérpretes y compositores de nuestro género musical. Una vez se encumbran muchos no aguantan el estatus de la fama y el poder económico por la falta de educación y formación.
Muy a pesar de lo útil que es la música vallenata como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, los dividendos que genera y el rol social de nuestros artistas con resonancia nacional e internacional, el desenfreno los inutiliza y los limita para desarrollar toda su capacidad artística.
Y no solo se ve mellado ese potencial de ingenio y talento, porque en la educación es patético encontrar el afán de muchos por llegar sin aprender, más por la nota y el título, meta que al final raya con la mediocridad.
Con esta antítesis podemos documentar una y más vivencias y enmendar errores, sabido de que “una espina de experiencia vale más que un bosque de advertencia”, parafraseando a Lowell.
Lo inútil de una reforma fiscal que se quiera socializar con eufemismo o expresiones suaves, para mostrar que la reforma tributaria es menos gravosa para los sectores más deprimidos de la población, también documenta el tema, en medio de soberana mentira y engaño.
La primera reforma ejecutada en el gobierno de Iván Duque Márquez se denominó Ley de Financiamiento, la segunda se llamó Ley de Crecimiento Económico y la que se proyecta y socializa: Ley de Solidaridad Sostenible.
Lo inútil es que los que más acumulan riquezas tributen menos, en contraposición a la exhortación que hace el fundador de Microsoff, Bill Gate, además de sugerir gastos inteligentes sobre el recaudo de los impuestos para tener un país saludable.
Disfrazar despidos o masacre laboral con reducción de personal, por ejemplo, es un clásico eufemismo, lo que ha sido una constante en todos los gobiernos para meter con vaselina una reforma en medio de semejante desaceleración económica y afectación de los mercados bursátiles por cuenta de la pandemia, lo que borra de un tajo el pírrico incremento del salario mínimo.
Lo más cruel de la pandemia no son los muertos, que pasan a mejor vida, es el diario vivir de los pobres que recogen sobras de alimentos para construir platos de sustento. Como reza el proverbio chino: “El peor enemigo del hombre no es el hombre, sino el hambre”, detonante de violencia que ruboriza y atemoriza por la nueva modalidad de extermino. El bajo mundo delincuencial primero mata y después atraca, letalidad en la que tiene su cuota de culpa el mismo Estado.
Por Miguel Aroca Yepes.