Por: Valerio Mejía Araujo
“Como ciudad abierta y sin muralla, es el hombre que no sabe dominarse”. Proverbios 25:28
Muchísimos de nuestros problemas, son el resultado de la falta de dominio propio.
¿Por qué no puedo perder peso? ¿Por qué no puedo mantenerme en un empleo? ¿Por qué no puedo terminar con ese hábito dañino? ¿Por qué no puedo salir de deudas? ¿Por qué no puedo orar?, estas y tantas otras cosas, son el resultado de la falta de dominio propio.
Y aunque siempre estamos justificándonos y echándoles la culpa a otros, el gran problema soy yo mismo.
Tal vez, como yo mismo, en ocasiones sientas que tu vida está fuera de control. Te sientes abrumado por las circunstancias y las presiones. Te sientes indefenso y vulnerable.
El dominio propio trae consigo un buen sentido de competencia. Nos hace sentir seguros y mantenernos en la senda, cuyos resultados son la confianza y un sentido interior de seguridad.
El dominio propio es factor clave en el alcance de cualquier logro o en cualquier éxito que esperamos tener en la vida. Sin autodisciplina no nos será fácil conseguir nada que tenga valor permanente.
El apóstol Pablo reconoció esto cuando escribió: “Todo aquel que lucha, se entrena con mucha disciplina”.
Una actuación excelente de cara a la vida misma, requiere de mucha disciplina. Los atletas de alta competencia, se entrenan durante años para tener la oportunidad de subir al podio y ganar un breve momento de gloria. La carrera que tenemos por delante, es la más importante de nuestra existencia, es la vida misma. ¡Corramos de tal manera que la ganemos!
Amado amigo lector; creo que para conseguir dominio propio, es importante admitir que tenemos un problema, y aceptar nuestra responsabilidad por la falta del mismo.
A menudo tratamos de ignorar nuestros problemas o negamos que los tengamos. Con frecuencia razonamos: “Es que yo soy así”. “Pero, todo el mundo lo hace”. Otras veces culpamos a otros, podemos culpar a cualquiera, pero mientras sigamos perdiendo nuestra energía tratando de arreglar la culpa, no podremos concentrarnos para arreglar el problema.
El punto para comenzar a desarrollar el dominio propio es encarar lo que Dios ya dijo acerca de mí; y es que yo y solamente yo, soy responsable de mis conductas.
Otro asunto que considero de capital importancia para desarrollar el domino propio, tiene que ver con el olvidar ciertamente lo que queda atrás y esforzarme por alcanzar lo que está delante. Si alguna vez, en alguna área de mi vida, fracasé; eso no me convierte en un fracasado. El fracaso del pasado, no significa que nunca podremos cambiar. Sin embargo, si nos concentramos en los fracasos del pasado, seguramente que se repetirán. Es como tratar de manejar un carro, mirando todo el tiempo por el espejo retrovisor y no por el vidrio panorámico delantero. Chocaremos con lo que tengamos al frente. ¡Debemos dejar el pasado atrás!
Los bebes aprenden a caminar, a pesar de las caídas, por la persistencia. Siguen levantándose, hasta que al final caminan.
No nos demos por vencidos, sigamos probando aunque hayamos tropezado y nos caigamos varias veces. ¿En qué esferas de nuestra vida tenemos problemas para decir no? ¿La comida, los gastos, el alcohol, la oración? Detengámonos ahora mismo y pidamos juntos a Dios que nos ayude a transitar por el camino del dominio propio.
“Querido Dios, toma el control de mi vida. Ayúdame a enfrentar cada situación problemática de mi vida y gracias porque estás conmigo siempre. Amén”.
Recuerda: Corramos no como a la ventura…
Te mando un abrazo de amor en Cristo.
valeriomejia@etb.net.co