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Para matar el tiempo

Por: JOSÉ MANUEL APONTE

El miércoles, un día antes de escribir esta columna me pasó lo que a alguien le aconteció, que un raponazo de que fue objeto lo inspiró: Yo tenía muchas cosas que escribir y las ideas se acumulaban en mi mente de manera atropellada y desordenada, y eran tantas que no hallaba cual escoger y así al medio día salí a hacer nada, pero a hacer algo que no sabía que era y pase al frente de la peluquería de Sapuna, no, no es Sapuna, Sapuna es electricista, buen amigo mío y de mi familia por el hecho de ser yerno de Aquilino Murgas, el gran compadre de mi Papá, que ocupa un lugar especial en mi corazón por su altruismo y mecenazgo, ¡ no hombre ¡, no es Sapuna, es lo tengo en la puntita de la lengua y estoy seguro que en cualquier momento me acuerdo, me acuerdo del nombre de aquel famoso peluquero y mesero que “arreglaba” cualquier cabeza en temple de Caña, que hablaba más que un loro o un perdido aparecido y que algunos clientes le pagaban en especie líquida y etílica que ellos mismos ayudaban a consumir y que también era famoso por sus tumbes y clavijas cuando se desempeñaba como mesero en las famosas casetas que hacía la Junta de Carnaval con las mejores Orquestas y Conjuntos del mundo, entre ellos La Billos, Los Melódicos, Las Chicas del Can, Wilfrido Vargas y Cuco Valoy.

¿Se acuerdan del nombre? Bueno pasé por la peluquería del difunto, de, de de, de, de, ya se hizo el milagro, ya me acordé, de Lumumba y me dije, voy a ponerle unos cachitos a, a ,a, carajo que memoria, a Cristóbal que tiene 20 años de hacer con mi cabeza y con la de Uldarico Serrano lo que le da la gana en Mr. Harry, y cuando nos descuidamos nos transforma en otra persona, pues nos pelonguea y entré a donde Lumumba e inmediatamente solícito y atento me recibe su hijo, Lumumbita, que de Lumumbita no tiene nada si no de Lumumbón, pues supera los 90 kilos y sonriente me ordena: siéntese, lo pelongueo o lo arreglo, lo que usted quiera señor Jose, usted sabe que esta es su casa, con billete o sin el.
Motíleme así y asao, le expliqué, pero bájele volumen al radio para que podamos charlar, lo cual hizo en forma rápida y eficiente y me preguntó, así o más bajito, o si quiere lo apago por que ese radio es para oír música y a esta hora son los noticieros con sus rachas de noticias trágicas que aquí no nos gusta oír, aquí se habla de hembras, de deporte o se oye música.

En menos de lo que canta un gallo me despachó y me dijo; listo, complacido, espero que vuelva pues usted se pierde y aquí estamos sus verdaderos amigos para servirle. Entre otras cosas que es de su compadre Atilio, me preguntó, tiene días de no traerlo pero si usted me paga la motilada ahora mismo salgo para allá y lo despacho; cuanto te debo, le dije, seis barritas señor Jose esto no sube. Le dí las gracias y le comente que había quedado muy bien motilado y le iba a llevar el modelo a Cristóbal, le entregué doce mil pesos para que fuera a despachar a mi compadre y entonces me protestó diciendo que lo estaba tumbando, pues a  mi compadrito hay que arreglarle la barba, el bigote y cabellera de seis meses.

Al día siguiente, muy temprano, me fui al barrio La Granja a tomar tinto donde mi comadre Hilda y con extrañeza encontré a mi compadre Atilio con una melena que parecía de león y unas barbas más largas que las de Papa Noel al igual que un espeso bigote y le pregunté que si Lumumbita no había ido allá a lo cual contestó que sí, que sí había ido pero que él le había propuesto un negocio cuando le manifestó que lo iba a motilar: Mi compadre Jose Manuel ahora se le ha metido en la cabeza que yo debo motilarme cada vez que a él le da la gana y eso no es así, te propongo le dije a Lumumbita que de la plata que te dio cojas el treinta por ciento y el resto me lo entregues, pues aquí no hay nada con que desayunar y por muy poco que sea , me alcanza para comprar cinco huevos y dos libras de yuca, además de una libra de arroz y quinientos pesos de suero para el almuerzo a lo cual con argumentos tan convincentes Lumumbita accedió y se quedó con doscientos pesos.

Ya ven que de cualquier motivo u ocurrencia se puede uno valer para escribir estas columnas y que cuando se viene a ver, sin decir nada se dice mucho y se agota el tiempo y el espacio. A veces sin decir nada y diciendo mucho es agradable y se mata el tiempo.

Nota: Ya es hora de que Electricaribe con su bella y dinámica Gerente la Doctora Mónica Hoyos Uparela, comience a pensar en los cables subterráneos, pues es la única forma de evitar la masacre de los árboles que superan la altura de las líneas o que de común acuerdo con Corpocesar y el Municipio, se encarguen de constituir un grupo de podadores profesionales que en vez de destruir los árboles, los arreglen y embellezcan.

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