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El dilema medio ambiental (I)

En el libro “50 cosas que hay que saber sobre economía”, hay una parte que se refiere a la economía medioambiental, que nos vamos a permitir difundir en gran parte para esta columna, al considerar, que es importante que estemos enterados de las referencias que se publican respecto a este tema que debe ser de primordial importancia para el conocer de todo ser humano.

En primera instancia, se nos plantea que la economía y el medioambiente se entrelazan de forma inextricable, y que el desarrollo económico, por ejemplo, es una de las primeras razones del medio climático, pero podría también tener la clave para su solución. De forma similar, el estudio de la economía está a la vanguardia de las investigaciones sobre el calentamiento global y son las herramientas económicas (como los impuestos y las regulaciones) que muy probablemente animen a las personas a contaminar menos en el futuro.

Para nadie es un secreto que la evolución económica de la humanidad ha ido de la mano de la explotación de los recursos naturales de la tierra, en particular desde la Revolución Industrial. Sin el uso de esos recursos, entre de los que está el carbón y el petróleo, ocupan un lugar importantísimo, es difícil imaginar cómo habrían podido desarrollarse las economías occidentales hasta donde lo han hecho y crear tanta riqueza y prosperidad a lo largo de los últimos siglos.

Resulta claro, sin embargo, que ese desarrollo ha tenido un costo. Una plétora de estudios ha demostrado el vínculo entre el consumo de combustibles fósiles y el calentamiento global.

Algunos han afirmado que el cambio climático causado por el hombre puede incluso ser el responsable del aumento de la inestabilidad de los sistemas climáticos, algo que contribuye, por ejemplo, a la aparición de huracanes más fuertes, como el Katrina, que en 2005 arrasó Nueva Orleans. Otro por su parte, han predicho que si las temperaturas globales continúan incrementándose, los casquetes polares podrían derretirse en cuestión de décadas lo que aumentaría el nivel del mar en todo el mundo e inundaría grandes ciudades como New York y Londres, y otros desfases.

La anterior preocupación ha llevado a que casi todos los países del mundo en varias reuniones cumbres se comprometan a los siguientes: en 1992, la cumbre de la Tierra en Río de Janeiro invita a los gobiernos a estabilizar los niveles de los gases de infecto invernadero; en 1997, es la negociación del tratado de Kioto en donde los países se comprometen a controlar sus emisiones contaminantes; para el 2005, empieza a operar el régimen de comercio de derechos de emisión de la Unión Europea; en 2007, las economías occidentales acuerdan reducir a la mitad las emisiones de CO2 para el año 2050.

*Especializado en gestión ambiental.

Por Hernán Maestre Martínez

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