Ciertamente, entre los aspectos más importantes de la Ley 30 de 1992, que trata sobre la Autonomía Universitaria, es el relacionado con la inviolabilidad de los edificios universitarios por parte de la fuerza pública
Este comentario a propósito del debate planteado por la alcaldesa de Bogotá, pone sin lugar a dudas el dedo en la llaga, porque si bien se dejó plasmado en la ley la inviolabilidad del alma mater, por ninguna parte menciona que en tratándose de hechos que vulneren derechos fundamentales de la propia comunidad universitaria, y de la ciudadanía en general, le esté prohibido al Estado Colombiano, intervenir a través de la fuerza pública, en cumplimiento de su misión institucional, en aras de restablecer el orden público. La razón es muy obvia, no puede prevalecer el interés particular sobre el interés general, es un principio de orden constitucional anclado en la Carta Política, artículo 1° en cuyo tenor se expresa: “Colombia es un Estado social de Derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto a la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general”. Es que la tarea misional del Estado social de derecho, es precisamente esa, defender el orden constitucional y legal pues no hacerlo, es darle pábulo a la anarquía.
No es que este en desacuerdo con la protesta de los estudiantes, estoy en desacuerdo con los encapuchados, que arrojan bombas molotov, con los vándalos que queman vehículos de transporte público, con los que bloquean las calles y avenidas impidiendo la libre circulación. Empero, hay otras formas de protestar que han funcionado en el pasado, y que deberían ser tenidas en cuenta. Nelson Mandela, desde la cárcel protestaba con el ayuno al igual que Gandhi, una protesta donde no hay ninguna manifestación de violencia. No olvido la vez, que el Gobernador del Cesar Abrahán Romero Ariza, cansado de que “le bailaran el indio”, y no le hicieran efectivo el pago de sus derechos laborales, se encadenó a las rejas del edificio de la Gobernación, poniendo en peligro su integridad física, y llamando desde luego a los medios, logró que le pagaran en pocas horas, los que no había logrado en meses de súplica.
Ese es el ingenio al que debe recurrir los estudiantes que deseen protestar de manera pacífica. Asimismo, aplaudo la protesta social que se hace a través del arte, por considerarla fresca e ingeniosa.
La violencia, es el ojo por ojo y diente por diente, es volver a la caverna, es, como lo dijera Vargas Llosa, atender el llamado de la Tribu; y en pleno siglo XXI no podemos, ni debemos, darnos ese lujo.
Nota de cierre: El colectivo Maderos exige respuesta definitiva para la compra del antiguo Teatro Cesar. Considero viable la propuesta y estoy seguro que todos saldríamos ganando, especialmente los amantes de las artes escénicas.