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El Cesar se abre… el trabajo vuelve, pero conservemos los cuidados

Con fuertes controles biomédicos y de autocuidado los renglones de la economía regional están retornando a la normalidad. El agropecuario y la  agroindustria han venido desarrollando su actividad sin interrupción garantizando el abastecimiento, la producción campesina y su transformación. Agroindustrias como la extracción de aceite de palma son vitales como insumos del aceite de cocina y la base de fabricación  de los jabones, hoy  tan demandados. O la agroindustria láctea que con base en la gran producción lechera del hato ganadero en los valles de El Cesar y Ariguaní.

La minería, dando tumbos,  ha ido retornando a su actividad,  fundamental para generar energía.

Se han reactivado las obras de la Ruta del Sol, tanto las del Instituto Nacional de Vías, INVIAS, en la del Sol II, como las del concesionario Yuma, en la Ruta del Sol III, después del esfuerzo de la Agencia Nacional de Infraestructura, ANI, en salvarla.

De igual manera se ha ordenado la reactivación de toda obra pública y  el sector de la construcción  en siete días,  con  un protocolo para los oficios.

Esos sectores demandan  suministros que jalonarán la necesaria apertura  del comercio relacionado (por ejemplo ferreterías), que empezará a abrir sus puertas después de la larga cuarentena.

Recordamos aquella parte de la economía que ha estado muy activa como la de servicios de la medicina y toda su infraestructura y personal, y relacionados como las droguerías, los mercados y supermercados, tiendas, panaderías y restaurantes a domicilio; del sector gobierno y de los servicios públicos.

Llamamos la atención sobre dos sectores muy particulares. La economía informal y el transporte.

Mientras en la nación un poco menos de la mitad de los 22 millones de  empleados son trabajadores informales, que no tienen relación laboral alguna ni cotizan a la seguridad social y pensiones, pero derivan su sustento de algún oficio propio o del llamado rebusque, en el Cesar esa participación de la informalidad supera el 60%.  (En esa población no se incluyen los desempleados).

Esta frágil población evidencia desespero y está de hecho saliendo a la calle a vender minutos o cualquier producto, y a hacer ciertos trabajos. Eventualmente participa junto a desempleados y migrantes venezolanos,  de protestas, que tienden a ser cada vez más violentas, alegando que las  ayudas no le llegan a su satisfacción.

Reconocemos que a pesar del llamado de las autoridades a permanecer en casa, ese sector  está en el plan de retornar a ganarse su ingreso. La carencia de alimentos, de  dinero y las deudas  afectan a los hogares vallenatos y cesarenses, que antes de la pandemia pasaban demasiado trabajo y angustia.

Capítulo aparte merece el transporte. Mientras en las grandes ciudades hay sistemas de buses que cubren buena parte de ellas y que están prestando servicios con restricciones para evitar la concurrencia y el contagio masivo, en Valledupar y los otros municipios pulula el transporte individual del mototaxismo (también informal) y se debe procurar que el usuario use ahora además del casco el tapabocas.

De modo que podemos concluir que en  el Cesar las puertas se están abriendo.

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