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El carácter

Por Valerio Mejía

valeriomejia@etb.net.co   

 

“… ya que es persona de doble ánimo e inconstante en todos sus caminos” Santiago 1:8

 

El carácter es ese conjunto de cualidades, valores y principios, aprendidos, adquiridos y asimilados en nuestra vida y que nos impulsan a comportarnos de una determinada manera y no de otra. Es nuestra manera de ser y de responder ante la vida. El carácter aprendido o formado junto con nuestro temperamento innato adherido a nuestro ADN, conforman lo que los especialistas del comportamiento denominan la Personalidad.

El carácter es esa fuerza interior que hace que a pesar de las calamidades de la infancia, el rechazo de los superiores, el ataque de los críticos, y la dura oposición de los enemigos, nos impulsemos a lograr posiciones de liderazgo que dejen un legado perpetuo para nuestra generación. El carácter es el secreto del éxito, lo cual no quiere decir que ya se ha alcanzado la perfección, sino que se tiene el deseo de que Dios intervenga en la formación hasta convertirnos en el tipo de persona que Dios pueda usar para llevar a cabo sus tareas.

Lo que las personas hacen espontáneamente cuando nadie los está viendo revela su carácter. Lo que hacemos habitualmente refleja lo que hay en nuestro interior. Por desdicha, la sociedad moderna privilegia más el carisma que el carácter. Eligen personas que luzcan admirables y que generen una buena impresión, sin tener en cuenta el verdadero carácter que saldrá a la luz de cara a las crisis y presiones.   

Por ejemplo, Josué aun cuando no era perfecto, estaba dispuesto a que Dios lo fortaleciera y labrara en él las cualidades humanas que eran necesarias para la enorme tarea de guiar una nación. El rey Saúl,  por el contrario, parece haberse degenerado entre más tiempo permanecía en el poder, su carácter no pudo manejar el peso del liderazgo y nunca desarrolló la fortaleza de carácter necesaria para mantener la posición que Dios le había entregado. Así que un carácter débil y poco desarrollado no es congruente con la magnitud espiritual que significa guiar a otros.

Es crucial que permitamos que Dios construya nuestro carácter y esto siempre tiene un precio, porque no se forma de la noche a la mañana y requiere mucho más que la sencilla adquisición de conocimiento; se requiere vivir la verdad de Dios en situaciones de la vida real.

Muchos de los rasgos más profundos del carácter son aquellos que se forman en los momentos más difíciles. Las dificultades y confrontaciones con la vida, nos dejan cicatrices de amargura y cinismo o forjan en nosotros humildad, compasión y fortaleza. La diferencia radica en la forma cómo respondemos a las situaciones de la vida y sobre todo en cómo respondemos a Dios en medio de esas circunstancias.

El carácter también implica cumplir la palabra. Ser cumplidores de promesas y que la palabra empeñada sea de sagrado cumplimiento. Promesas hechas a la ligera sin intenciones de cumplir, votos caprichosos que se hacen a Dios, son demostraciones fehacientes de debilidades de carácter.  

Querido amigo lector, otra expresión clara de la formación de nuestro carácter es aprender a rendir cuentas a Dios. Toda persona tiene la misma opción ante la vida, escoger conocer y obedecer a Dios es una decisión consciente que cada persona que desea integrar su carácter debe tomar. No hay atajos para el éxito. Si nos sometemos, Dios constantemente nos moldeará, transformará y cambiará nuestro carácter para hacernos más parecidos a Cristo. Cuanto más íntimamente caminemos con Dios, más se asemejará nuestro carácter al de Cristo.

Oremos juntos: “Querido Dios, gracias por formar en mí el carácter de Jesús. Toma mi vida y transfórmame a su semejanza. Amén”.

Recuerda: Someterse plenamente a la voluntad de Dios es la forma más segura de vivir una vida que a Dios le plazca usar para su gloria.

Saludos cariñosos y muchos éxitos…

 

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