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El cambio climático y la crisis de los pescadores del Cesar

Pescador carga el resultado de su trabajo. Foto/Deivis Caro.

Son las 8:30 de la mañana de un jueves de febrero y ya el calor empieza a subir. Pocas canoas llegan al improvisado puerto de la ribera del río Magdalena, en el municipio de La Gloria, sur del Cesar.

Termina la jornada de casi 20 horas río adentro y el resultado no es alentador para la embarcación liderada por Jairo Tres Palacios. Calculando a priori, lo pescado producirá alrededor de $70.000 para cuatro personas. Lo dividirán por partes iguales.

Desde noviembre del 2019, los pescadores deben caminar casi medio kilómetro desde la orilla del río hasta el principal puerto, porque el verano creó una extensa isla que separa al río del municipio. En el puerto de La Gloria escasea el agua, las canoas, los pescadores y los peces. El invierno fue más corto de lo esperado. La Oficina de Gestión de Riesgo del Cesar indicó que hubo una reducción del 30% en las precipitaciones por la influencia del fenómeno de El Niño.

Dos de los pescadores cargan alrededor de 15 kilógramos de pescado, entre bocachico y blanquillo. Casi la mitad de la carga es ilícita por el tamaño de los peces.  Sobresalen solamente dos blanquillos que superan los dos kilos por unidad. Aunque antes de las 10 de la mañana ya vendieron todo lo pescado, una parte a revendedores y otra a los clientes que llegaron a la Casa del Pescador, los resultados no son rentables. Escasamente lograron conseguir la mitad de un salario mínimo diario.

“NO HAY VIDA EN EL PUERTO”

Febrero. Es época de sequía y parece escasear el pescado. “Con la muerte del río Magdalena también mueren los pescadores”, dice Armando Guzmán, comerciantey pescador, en referencia al bajo caudal del río.Fue un acto de nostalgia, un recuerdo de lo que se fue. Enseguida narra cuando el puerto y la pesca eran el alma y corazón de La Gloria.

Hace 30 años, en una mañana como esta, no tenía tiempo para nada. Tenía que estar empacando porque llegaban bagres, bocachicos, blanquillos, toda clase de pescado. Ahora la gente sale y el que trae una arroba de pescado viene contento. Cuando nosotros empezamos, el que menos traía capturaba 7 arrobas. Aquí se concentraban más de 200 personas: el uno vendía fritos, peto, uno componía, el otro cargaba”, relata Guzmán. Ahora es diferente, el cambio climático y la intervención del hombre afectaron la productividad del río Magdalena y la economía de municipios como La Gloria. Esa mañana no había más de 20 pescadores.

El atardecer en el río Magdalena. FOTO/DEIVIS CARO.

Fundaciones ambientalistas como World Wildlife Fund han señalado que la pesca en el río Magdalena disminuyó casi un 90% desde la década de 1970. Otros estudios más conservadores señalan una pérdida del50% en los últimos 30 años.

En municipios ribereños como La Gloria o Chimichagua las autoridades de los ríos son los pescadores. Incluso cargan la mayor responsabilidad en su cuidado. Intentando revertir los resultados negativos, desde el gremio han surgido propuestas. Lo primero, con urgencia, es acabar con la pesca ilícita (pescado pequeño), que interrumpe el ciclo de crecimiento de la especie, regulando el ojo de los trasmallos y proponiendo períodos de vedas. Pero por ahora la pelea se está perdiendo.

“15 DÍAS PELADO”

Al igual que Chimichagua y Gamarra, La Gloria es un municipio rural. De sus 18.448 habitantes, el 64.7% vive en la ruralidad, siendo la pesca el principal motor de la economía. Sin embargo, la siembra de la palma de aceite, la piña y la ganadería ha reducido su participación en la economía local.

Esto también ha afectado la cultura del pescador, que trabaja en la noche y en el día tenía su plata en el bolsillo. Ahora no, porque debe esperar 15 días pelado antes de la quincena y también andar pelado después del pago”, explica Guzmán.

En el Cesar hay 17 municipios con actividad pesquera,  aunque solo tres de tradición: Chimichagua, Gamarra y La Gloria. Los tres son ribereños al río Magdalena y con cuerpos de agua conectados al complejo de la Ciénaga de Zapatosa.  Son alrededor de 1.899 las familias que dependen económicamente de la pesca y que están agrupadas en la Federación de pescadores artesanales y ambientalistas del Cesar, Fedepesce, la más grande del departamento.

A ellos el cambio climático los ha golpeado con mayor fuerza. “La pesca artesanal parece ser sinónimo de pobreza, sobre todo en nuestros pueblos”, dice Jairo Tres Palacios.   “La productividad del pescador depende de la conectividad hídrica y de la producción del agua porque si no tenemos agua, no tenemos peces”, afirma Libia Arciniegas, presidenta de Fedepesce.

Todos los municipios pesqueros del Cesar superan el nivel de pobreza multidimensional del país, incluso Chimichagua, con el 59% de la población pobre (privaciones de servicios básicos esenciales), casi triplica el promedio nacional. En Tamalameque, Gamarra, La Gloria y Pelaya el promedio también supera el 50%.

 “Es una cuestión brava, antes no hay más violencia con esa escasez de recursos que sufrimos. Un pescador va toda la noche a pescar y trae solo $10.000 pesos para alimentar una familia. Ni el mínimo”, sentencia la presidenta de Fedepesce. 

Pescadores caminan las playas creadas por el verano luego de 20 horas internados en el río Magdalena. FOTO/DEIVIS CARO.

DE EXTRACTORES A CULTIVADORES

Dentro de la crisis ambiental en las aguas del río Magdalena y sus complejos cenagosos, hay siete tipos de especies de peces amenazadas, entre ellas el bocachico y el blanquillo. Ambas especies, sobreexplotadas, aportan el 70% de la producción pesquera del río.

Por eso, grupos de ambientalistas han insistido en que se debe dejar atrás la tipología extractiva de la pesca, y basados en que es un recurso finito, recomiendan que las autoridades ambientales y el pescador cultiven la especie dentro de los complejos cenagosos. En otras palabras, pasar del pescador-extractor al pescador-cultivador.

Otros expertos hablan de una telaraña biológica. La cuenca del río Magdalena alberga más de 240 especies de peces. Los humedales, además de ayudar a regular el ciclo hídrico, son el principal hábitat de los peces.

Una investigación de la Corporación Autónoma Regional del Cesar, Corpocesar, determinó que la ganadería intensiva, la agricultura, la contaminación por agroquímicos y los cultivos de palma africana están destruyendo estos hábitats de forma marcada en el sur del Cesar. Las más afectadas son ciénagas como el Congo, Musanda, María, El Sordo, Juncal, Baquero, Morales y Costilla.  

Los servicios ecosistémicos de los humedales son básicos para la humanidad: regulan los caudales de los ríos y las inundaciones; facilitan la decantación y acumulación de sedimentos; proveen fauna silvestre y por lo tanto comida. Eso se está perdiendo por el cambio climático, la codicia y la acción depredadora del hombre.

“Antes se esperaba la subienda, donde había bastante pescado. Pero eso se acabó por completo. Para esta época, hace unos siete u ocho años, unos cuatro carros cargaban pescado para Bogotá, Ocaña y todos los municipios del Cesar.  Ahora esto luce muerto”, se lamenta Guzmán.En los municipios pesqueros del Cesar con la agonía del río Magdalena y la ciénaga de Zapatosa también está muriendo la vida y sustento de los pescadores.

-Quiénes se están quedando atrás – Capítulo 1: Cambio climático.

Por Deivis Caro/CESORE.

Categories: Crónica
Deivis Caro Daza: