Por limitación de espacio, no alcancé a explicarles en la pasada columna el alcance de uno de los tres ejes de la política agropecuaria del candidato presidencial Federico Gutiérrez. Se trata del mejoramiento de la competitividad, productividad y sostenibilidad del agro.
En Colombia, existe el mito de que nuestras tierras son ideales para todo tipo de cultivos. De los 5.6 millones de hectáreas que se cosechan aproximadamente en el país, me atrevo a decir que más del 50% se encuentran sembradas en zonas donde las condiciones técnicas de los cultivos no son compatibles con las condiciones agroecológicas de la región. Esta desordenada planeación agrícola ha traído como consecuencia menores rendimientos por hectárea, mayores costos de producción y unos proyectos productivos pocos rentables y sostenibles. Ahí están los casos del maíz, arroz, y algodón, entre otros cultivos.
En un reciente artículo, el ingeniero agrónomo y empresario del campo cordobés, Ciro de León, sugirió a los candidatos presidenciales, la importancia de direccionar la política productiva agropecuaria teniendo en cuenta los factores determinantes. Las semillas de las plantas y la cría de animales, necesitan unas condiciones mínimas de tipo de suelo, temperatura, humedad del aire, precipitación y energía solar, para poder obtener los mayores rendimiento por unidad de tierra y de animal.
A lo anterior, súmele los errores que cometen la mayoría de los productores del campo a la hora de desarrollar un proyecto agrícola. Siembran con semillas genéticamente contaminadas, densidad incorrecta y sin rotación de cultivos. Por culpa de estas distorsiones es que los rendimientos por unidad de tierra y de animal de nuestro país son bajísimos, comparados con los países que estamos compitiendo en el marco de los Tratados de Libre Comercio. Los “bibliotecarios del agro” que usualmente escriben los documentos de política agropecuaria a los candidatos presidenciales no tienen en cuenta estas variables.
Para corregir estas ineficiencias en las fincas de más de 2 millones de productores del campo, se requiere establecer un programa de formación y capacitación en buenas prácticas agrícolas y emprendiendo rural, acompañado de un plan transferencia de tecnologías y zonificación agrícola por departamento, de tal manera que le permita a los productores del campo obtener conocimientos adecuados y una herramienta básica de planificación de sus cultivos. El aumento de la productividad y competitividad de nuestros productores se logra con extensionistas expertos en técnicas participativas. Ellos deben pensar en términos de oportunidades de mercado, incremento en los ingresos de los productores y administración del conjunto de la finca.
La cadena agroalimentaria a la que aspiramos en el futuro inmediato de nuestro país, necesita productores que tengan en cuenta las previsiones del mercado para decidir las especies, variedades y calendarios de recolección. Así mismo, modelos de economías de escalas en la adquisición de insumos e inversiones que reduzcan los costos de producción. El futuro del campo, también necesita racionalizar y mejorar la eficacia de los eslabones de transformación y comercialización a través de empresas especializadas que en ocasiones pasan a ser cooperativas cuando los productores quieren tener un mayor valor agregado.
Ojo con el agro. Repetir los errores del pasado, solo conduce al fracaso.