Por Silvia Betancourt Alliegro
Hace varios meses que los suscriptores del El Pilón no leían el título de la columna que por varios lustros escribió Germán Piedrahita R. Este viernes se cumple un año de su deceso y la ausencia lastima. Invito a todos los amigos para que nos acompañen a la Eucaristía que se celebrará en la Iglesia del Divino Niño, a las 6.30 PM.
En octubre 25 de 2001 le publicaron esta columna:
El Síndrome Terrorista Y La Represión Ciega
“Ante la continuidad de la guerra colombiana y la ola publicitaria e informativa de la agresión a Norteamérica y la retaliación al pueblo afgano, nuestras fuerzas de defensa no encuentran una mejor salida que proponer un estatuto antiterrorista que solo puede llevarnos a una persecución loca y ciega, solo comparable a los aciagos años del estatuto de seguridad o a la ola chauvinista del macartismo en los Estados Unidos.
En todos los países en donde se ha creído solucionar los ataques arteros de los grupos que, de una causa social y vista como justa, han pasado a un comportamiento de bandidos al perder el norte de sus ideales, con nuevas leyes y formas de represión, el resultado ha sido, invariablemente, el de las más grandes injusticias y desafueros por parte de los que quieren, en sana lógica, aplicar correctivos a estos desmanes.
¿De qué le puede servir a las fuerzas armadas allanar sin permisos jurídicos? ¿Para qué intervenir las líneas telefónicas? ¿Cómo encontrar la paz con la pérdida de la libertad de todo un pueblo?
Lo que sí deben exigir los seguidores y defensores de la ley y el orden es que esa ley se aplique y se cumpla; que la justicia no sea burlada por apellidos, posiciones o platos de lenteja; que los esfuerzos de unos uniformados no sean desconocidos por organizaciones que no miden con los mismos parámetros a todos los combatientes; que se acepte la guerra como tal y todos se enfrenten bajo las mismas normas; que el presidente y sus ministros definan el cómo, cuando y donde se va a actuar para no ser acusados por sus acciones.
Lo que no puede aceptar el pueblo colombiano es que por no actuar con mano firme, las conversaciones no tengan un norte en beneficio del mismo pueblo y el tiempo perdido sea lo único que pasa en la mal llamada zona de distensión, mientras nuestros amigos en el congreso aprueban nuevos códigos de policía que solo han servido para favorecer a los pícaros de cuello blanco y a los enemigos de la paz asentados en todos los puestos directivos del estado que continúan apropiándose del erario público”.
Han transcurrido doce años desde que publicó lo anterior, y, como dice en una de sus canciones favoritas: Al final, la vida sigue igual.