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Don Tirso Maya Castilla, adiós a un patriarca

Hoy dedico esta nota, de manera muy  especial  a la memoria de un gran ser humano, se trata del  patriarca  Don Tirso Maya Castilla; este señor proviene de una familia muy reconocida en la región, connotados personajes que le dieron una fuerza interesante y de alcurnia al apellido,  desde donde se forjó un carácter especial que le dio brillo a su estirpe; la misma que han heredado hijos y nietos con una connotación de trabajo interesante.

Hoy exaltamos su memoria, y brindamos las condolencias a  sus hijos, nietos y bisnietos, a todos en familia. A sus 90 años, deja un legado importante como ejemplo, que exaltamos como algo significativo.  El trabajo, esa fuerza que nunca perdió y el  ímpetu que le imprimía a todas sus actividades.

Fue inspector  de policía en una época de la historia vallenata  muy provinciana, campesina; y llena de exigencias ante hechos complicados por el tema de las rivalidades políticas entre liberales y conservadores, en donde la figura  de inspector era muy respetada y con un nivel de autoridad bastante exigente. Supo defender esa autoridad que le dieron para la vida un aire de jefe  inmarcesible.

También fue concejal de Valledupar y debido a sus habilidades de sustanciador  se convirtió en un experto para el trámite de escrituras y para la venta de lotes de su propiedad y de su familia.

Le brindó su esencia a sus hijos y se preocupó por todos, y por extensión a los amigos de sus hijos a quienes les dió, me incluyo desde luego, sus consejos de padre y el cariño de ese ser orientador y claro en sus palabras.

Lo conocí en mi etapa de transición de niño a joven y desde entonces, a través de la amistad con Raúl Maya Pabón su hijo, me abrió las puertas de su hogar, allí creció un sentimiento de respeto y cariño mutuo.

Lo recuerdo dicharachero,  analítico y muchas veces testarudo; siempre distinguido, haciendo honor a su estatura fue un hombre conspicuo y de esa gala y porte le alcanzó para tener 18 hijos. Hasta sus últimos días la compañía de una dama, compañera de lucha, nunca le faltó.

En estas horas aciagas, recordamos al buen padre como un ejemplo a seguir en la vida; un forjador, ese héroe que admiramos desde niños, un confidente. Ese ser humano protector y gran apoyo en la vida, ese ser especial que, sabemos, amó a sus hijos a pesar de los fracasos y defectos. Siempre de forma incondicional.

Perder al padre resulta muy doloroso, pues no solo perdemos ese modelo a seguir,  desde luego que perdemos también al amigo, ese ser especial con el que nos hubiese gustado haber hablado  muchísimo más.

Llega a mí sentir, la canción de Camilo Namén que nos permite exaltar la memoria de este gran hombre: “Tan bueno y tan noble como era mi padre/ y la muerte infame me lo arrebató/ esos son los dolores y las penas tan grandes/ que a sufrir en la vida le pone a uno Dios.  Mi padre fue mi gran amigo/ mi padre fue mi amigo fiel/ mi padre se jugaba conmigo/ y yo me jugaba con él”

Entendemos, y sufrimos también, esa gran nostalgia que embarga a Raúl Enrique, a Tirso Raúl y a ‘La Toty’;  solo nos resta decirles que en medio del dolor la mejor medicina para amainarla son los recuerdos gratos y con amor del gran amigo, del padre sinigual.  Paz en la tumba de Don Tirso Maya Castilla y fortaleza a toda la familia.  Sólo Eso.

Categories: Columnista
Tags: patriarca
Eduardo Santos Ortega Vergara: