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Disculpamos con relativa facilidad las mentiras

Por estos días ya se vive el ambiente de Navidad y con ella se adelantan los menesteres propios del cierre de este año, pero al tiempo ya ha comenzado la víspera política con miras al debate electoral del año que se avecina. Al igual que sucede para recibir la época decembrina y las fiestas de fin de año, la gente se prepara para una y otra actividad.
Mientras que los que despiden el año lo hacen con recetas gastronómicas, fiestas, viajes, vacaciones etc., los políticos desde ya cocinan los acuerdos, adoban las promesas que llevarán y preparan sus discursos para persuadir al incauto elector, incluyendo en su receta política, la argumentación mediática por si acaso no logran cumplirlas; pero infortunadamente ese plato es al que estamos acostumbrados que nos sirvan. Sorprende cómo solemos disculpar con relativa facilidad las mentiras y los incumplimientos de los discursos políticos, sobre todo, cuando el mismo ambiente político no los favorece por cuestiones partidistas o ideológicas.
Todo esto es un serio indicio, de que ya no se cree en la honestidad o el altruismo de los políticos; como tampoco se cree que aquí en Colombia los partidos sean el hogar natural de los idealistas, de los líderes y de las personas comprometidas con la trasformación social. Pues los hechos de corrupción, las mentiras, la hipocresía, la injusticia y la desigualdad cada día saltan más a la vista. Estos incumplimientos ponen de manifiesto el escaso valor del compromiso público en política, pues en nuestro país fácilmente se puede llegar con un programa debidamente inscrito ante la Registraduría, avalado en las urnas por miles de votos e incumplirlo y que no pase nada, como así lo revelan los datos estadísticos sobre la revocatoria del mandato (cero).
Pero más allá de todo esto, es decir, de los controles gubernamentales y de los mismos partidos políticos, sigo pensando que los ciudadanos también tenemos algo de responsabilidad cuando somos víctimas del engaño político, me parece que hay que hacer un poco más de examen de conciencia y examinar detalladamente el contenido y alcance de cada promesa, no podemos dejarnos llevar por la popularidad del candidato, ni por sus discursos populistas, ni por la publicidad que los vende; es más oportuno analizar sus propuestas y personalidad ante cualquier otra cosa. Por más que los políticos cumplan con sus compromisos, sigue siendo clave que seamos mucho más exigentes a la hora de elegir a quiénes nos representan. No olvidemos que el derecho a elegir es la columna vertebral de la democracia, y conlleva la obligación de elegir lo mejor posible.

Carlos Guillermo Ramirez: