Por: Luis Napoleón de Armas P.
Escuchar al presidente Maduro da pena ajena; sus arrebatos no consultados con la reflexión, imitando a su padre Chávez, pero sin su originalidad, son decepcionantes.
Uno ve en él a un hombre inseguro, proclive al chisme y que siempre está a la defensiva para atacar; su diplomacia es de columpio, pasando de la arenga hiperbólica a la calma colaboracionista; sus visiones esotéricas y fantasmagóricas, y su estilo camorrero, dejan ver su ventana oculta, que nadie dejaría ver; es un hombre con muchas prevenciones, que no está pendiente de cómo solucionar los urgentes problemas que tiene Venezuela sino de indagar qué dicen y hacen sus críticos locales y en el vecindario.
Capriles, que es un fantasma en términos de democracia, se ha convertido en su sombra y caer en todas sus provocaciones es dejarse matonear. Parece como si imitara a Uribe cazando peleas con todo el mundo, y esta es una paradoja. Es la actitud de un niño que hace berrinches para ser notado. Sus actuaciones están imbuidas de un enfermizo chovinismo criollo, casi un complejo, que lo aísla hasta de muchos de sus antiguos aliados.
En eso se parece a Kim Jong II de Corea del Norte pero sin armas nucleares. Siendo antípodas, podríamos decir que Maduro es el Uribe de Venezuela así como aquí tenemos muchas Corinas Machado con aspiraciones presidenciales. Maduro tiene que convencerse de que no podrá gobernar bajo el paraguas de Chávez y que, sin traicionar sus ideales, debería tener su propia marca;es una lástima si así no lo hiciere. Chávez, a veces,se salía del riel pero tenía gestos de nobleza y claridad sobre su destino histórico.
Debería concentrarse, en que no falte la canasta familiar, en fomentar todas las misiones que su antecesor dejó funcionando, y concederles un espacio de tolerancia y respeto a sus adversarios.Debería, además, conseguir un exorcista que le conjure todos sus demonios.
El chavismo sigue siendo una alternativa válida, con los ajustes necesarios, sin intemperancias y con equilibrio; vale la pena intentarlo porque América Latina necesita tener su propia identidad, abrir nuevas ventanas y buscar la concertación dentro de las diferencias.
No se puede pretender que seamos países clonados; las diferencias y contradicciones son la base del crecimiento, aunque parezca absurdo.De no hacerlo así, pondría en riesgo todo lo que su mentor le trazó y le concedió en bandeja. Maduro no ha asimilado que ahora es el presidente, se siente extraño. Pero, gobernar no es amenazar.