El mundo comunista desde muchos años atrás, a través de líderes con fanatismo absoluto, viene propagando su deseo desmedido de destruir la democracia, en especial del mundo Occidental, para lo cual manejan unos principios básicos que transmiten de puerta en puerta como dogma único.
Al mundo Occidental no sé qué le pasa, si es que está obrando con prudencia o con temor, y que con tanto poderío intelectual y económico no estén luchando como es debido para que el mundo sea en definitiva un solo país, donde la democracia prime para lograr un bienestar social único y definitivo, pues está demostrado que, sometiendo al pueblo al hambre, esclavitud e ignorancia, solo se logra más desigualdad.
Para el ejemplo miren no más a los países que comenzaron con sus ideas socialistas y en donde están sumidos actualmente. Les interesa a los enemigos de la democracia fomentar el odio, resentimientos, discordias, inconformidades, malestar en todos los aspectos para poder reinar a sus anchas e imponer los regímenes totalitarios, que es el fin último. Se valen como siempre de recursos mal habidos, alianzas estratégicas para doblegar la voluntad popular y engendrar el caos a través de la ignorancia absoluta
Estas tretas ya pasadas, destapadas, siguen haciendo daños en la economía continental y es hora de que aparezcan líderes con intenciones fuertes en pensamientos y obras, para impedir ese dominio ya no clandestino que se viene dando, cuyo objeto final son las guerras civiles con congruencias a una tercera guerra mundial si es que ya no estamos en ella; los términos de igualdad y equidad son la base de su teoría.
No podemos confundir igualdad con equidad porque dos cosas pueden ser iguales, pero con naturaleza distinta, como tampoco debemos confundir esclavitud con jerarquía.
La equidad significa recibir lo que se merece, es tener los mismos derechos ante la ley. La igualdad, en cambio, no considera las diferencias. La igualdad es un derecho humano, es el trato homogéneo para todas las personas, independientemente de sus características o circunstancias. El merecimiento dentro de una misma jerarquía debe ser directamente proporcional a la cantidad de trabajo realizado.
La equidad es, por ejemplo, la capacidad de administrar justicia de forma imparcial, considerando las particularidades de cada caso para evitar sanciones injustas. También se entiende como la capacidad para aplicar la misma norma a todos los individuos, bajo sus circunstancias personales.
Entre los hombres hay buenos y malos, nobles y crueles, justos e injustos, intelectuales e ignorantes, probos y falsos, etc., por la naturaleza misma de su formación como también por desviaciones mentales absolutas, entonces no son por ningún motivo comparables estos estados contrarios ni se pueden valorar con el mismo rasero siendo la ley universal, por lo tanto, las jerarquías son relevantes y las escalas sociales necesarias, pero los principios de dignidad y respeto por el próximo son únicos. Y solo aquí igualdad y equidad son totalmente comparables.
Así que no piense el flojo vivir en las mismas condiciones de quien se gana el pan con el sudor de la frente con el sacrificio permanente de lucha por una vida mejor… El flojo y deshonesto cuando trabaja en equipo termina echando la culpa y dañando a otros
Preguntémonos entonces si el socialismo convertido en comunismo estará tomando ventaja, o solo son visajes de locos desesperados, quienes patrocinan la transformación de la vida de los humanos por sus simples caprichos mezquinos de convertir el bienestar en miseria.
Al final todos no podemos ser iguales porque si no quién trabajaría, como dice el famoso compositor Vallenato Calixto Ochoa.
Si en el mundo todos fueran capitalistas, oiga, quién trabajaría,
Si en el mundo todo fuéramos pobrecitos, señores, tampoco serviría,
Por eso el mundo para ser mundo tiene que haber de todo un poquito
Se necesita el acomodado, se necesita el pobre y el rico…
Qué sencilla es la filosofía popular y qué irracionales los que intentan cambiar el mundo por sus caprichos, copados de resentimientos sociales por la costumbre inaudita de querer vivir de los demás, sobre todo, de esos pequeños trabajadores y productores que creen en el futuro de la humanidad.