No hay nada acordado hasta que todo no esté acordado, parece ser el lema de las elecciones presidenciales en Colombia en su conjunto. Las semanas que siguen estaremos frente a todos los bandazos que se les ocurra a los candidatos en medio de coaliciones prometidas, acuerdos públicos o privados, escogencia a dedo, imposiciones, etc. En medio de ese panorama se destapan gallos y lo que cabe es sentarse a mirarlos.
Por ejemplo, Martha Lucía Ramírez e Iván Duque han decidido, ambos por su lado, pensar en Venezuela. No sé si a esto lo consideran la internacionalización de su campaña, pero esta semana mientras la una miraba los estantes vacíos de los supermercados y publicaba fotos ahí, el otro fue a sentarse a España con la misma gente de siempre, de nuevo Aznar que es super amigo de Pastrana, a llevar su voz de denuncia sobre lo que llama la “dictadura” del vecino país. Y por el ladito está Ordoñez, a quien Uribe impuso para la coalición que, dijo, por lo menos debe estar conformada por Ramírez, Duque y el susodicho.
Entonces, los otros se fueron de internacionales como para pensar qué carajos van a decir y a decidir con el nuevo integrante del baile, porque ya estaba difícil que bailaran los dos sin pisarse los callos y ahora tienen que bailar los tres. Ya veremos quienes se abrazan en una sola baldosa, un acto solo posible para los enamorados.
También vale la pena mirar el clamor de las castas minorías polarizadas de centro-izquierda. Este bololó que se ha formado, Antanas aupando, entre De la Calle, Fajardo, Clara López y Petro. Yo no veo que en el silencio y frente al espejo ninguno quiera bajarse de ser la primera figura para darle el puesto al otro. La Coalición Colombia parece estar de acuerdo en una visión conjunta de los principales problemas del país, en la necesidad imperiosa de salvaguardar los acuerdos de paz y en la de hacer sólido y estable a un país plural desde el buen sentido de la democracia. Eso es indudable. Pero puede que frente al espejo les retumbe la idea de “yo soy más decente que…” y ahí sí, con esos topes morales, por fuera de la estadística, seguirán en un saco de anzuelos. Algunos tienen que morir voluntariamente “para que cesen los partidos y se consolide la unión” y esperemos que bajen tranquilos al sepulcro. No basta que se llamen con gestos gallardos y nobles, hagan algo y pronto.
El próximo 27 de enero será la presentación oficial de las candidaturas del partido Farc, Rodrigo Londoño e Imelda Daza serán la fórmula a la presidencia y la cosa, en el recién creado partido, no tiene discusión. Todo está arreglado para hacer los anuncios de los candidatos al Congreso. Es decir, el recién creado partido sabe que su participación en política depende de su cohesión y la unidad determinará su fuerza, la que buscan tener en las urnas. Los que votarán por ellos tienen un solo escenario para mirar.
Del otro lado, Vargas Lleras. Creo que el hombre está sentado con abanico mirando el despelote y sintiéndose él tan organizado, aunque se le desocupe la plaza en uno y otro lugar entre ires y venires. Hay algo ahí: esa posición, no tiene que ver con el triunfo, la tiene quien se ha definido. Porque en política hay que ser y parecer. El titubeo y los saltos de orilla producen en la percepción de los ciudadanos un sabor de esos tibios, mezclado y sin carácter, como el de los paquetes De Todito, el popular pasaboca colombiano que se come el que quiere saciar el hambre o el antojo, pero no sabe bien con qué.