Sobre este tema se ha hablado abundantemente; sin embargo, la peligrosa situación actual, no solo en nuestro país sino en todos los países del planeta tierra me induce a revivirlo. Porque vivir de espaldas a la realidad es vivir fuera de la realidad.
Es incuestionable que, en este momento, nuestro país y todo el mundo se encuentra polarizado por el poder, tanto gubernamental como económico. Pero lo más grave de tan nociva situación es que los diferentes antagonistas no dejan de ver por el retrovisor, y esto de mirar lo pasado con revanchismo y egoísmo, impide aceptar que la solución de la nefanda situación le concierne a toda la sociedad, por ende, urge que, en todas las latitudes toda la humanidad participe activamente en el logro de vivir vidas dignas; es decir, sin sufrir las injusticias cometidas por caudillos ególatras que han adquirido riquezas y mandos gubernativos.
Aunque las arbitrariedades siempre estarán presentes en este mundo plagado de arribistas, no debemos desfallecer en la lucha por el bienestar general o para que al menos disminuya la cruel exclusión social, incluso los asesinatos por ideologías, todavía muy en boga en nuestro país que, lamentablemente, pareciera pasarán muchos años para tolerar las diferencias ideológicas.
Si bien, vivir de espaldas a la realidad, es vivir equivocados, lo peor es que parece que en nuestro país pocos desean cambiar de actitud, porque predomina la rapiña y la guerra financiada con dineros ilícitos provenientes principalmente del narcotráfico. Ahora descuella la matazón en el departamento del Cauca, donde hay un amasijo de intereses individualidades, entre los cuales están algunos de los carteles mejicanos.
Vivir fuera de la realidad nos ha llevado a múltiples dificultades sin paliativos, con la pérdida de esperanzas y oportunidades de admirable prosperidad. Con evidente menoscabo del debate electoral democrático, pues, si bien es cierto que en el debate electoral del pasado 27 de octubre disminuyó la abstención, es innegable que aumentó la venta y compra de votos y otros delitos electorales, a través de los cuales algunos politiqueros salieron elegidos, dispuestos a enfrentar las subsiguientes demandas con altas sumas de dinero, para continuar en los cargos obtenidos fraudulentamente.
Vivir de espaldas a la realidad es ser cómplice de los politiqueros que pagan por ocupar los cargos públicos de elección popular, para saquear los erarios que les corresponde administrar. Además, es una investidura, con la cual, su clientela de mucha confianza también se enriquece ilícitamente. Desafortunadamente, para el país, los departamentos y municipios, esa es otra de las realidades, respaldada y aplaudida en los senos familiares de quienes salen elegidos a través de maquinarias y campañas proselitistas difamatorias.
Esta es una vieja tradición que hay que desarraigar de nuestro país, de lo contrario nuestras nuevas generaciones nunca tendrán un futuro promisorio. En las elecciones recién pasadas se dieron varios ejemplos, entre los cuales tenemos el de la alcaldía de Cartagena. Paradójicamente, en el departamento de Bolívar fue elegido un miembro de los clanes politiqueros.