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En las elecciones del 2019 se impuso el eclecticismo

Mucho se habla de los partidos de centro, no creo en ellos; el centro es un burladero, fácil para esconderse y sin comprometerse. A los que dicen ser de centro les da pena que los identifiquen con la izquierda o con la derecha; es un acto de cobardía ideológica. Pueden ser los llamados tibios.

En un espectro ideológico lo que sí hay son matices, desde los más blandos hasta los más duros, donde los primeros de cada lado podrían integrarse en una franja ecléctica y pragmática, casi amorfa, como ocurre en la intersección de conjuntos en la cual ninguno de los círculos intersectados pierde su identidad pero existe una zona que les interesa a ambos; esto podría entenderse como eclecticismo.

En cambio, los matices más duros difícilmente podrían coincidir, sus intereses y miradas del mundo son excluyentes. Lo que sí podría darse, entre cada franja ideológica, es un consenso medio donde los duros y los blandos ceden algo a fin de concretar una estrategia política o electoral. A esos, así consensuados, podría llamárseles de centro pero dentro de cada espectro: la media de la izquierda y la media de la derecha, esto es, “ni tan cerca que queme al santo ni tan lejos que no lo alumbre”.

La lucha contra la corrupción, la exclusión socio-económica, la injusticia y otros elementos subyacentes podrían ser pivotes alrededor de los cuales la gente se aglutinaría, sin pensar qué tipo de ideología la asista. Ese pivote común es el que permite el eclecticismo, que concita voluntades irreductibles que sienten el mismo dolor.

Lo que acaba de pasar el 27/10/19 es eso: el cansancio contra formas y prácticas políticas y socioeconómicas que han llegado al tope de lo permisible. Las muestras son varias: Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena, Bucaramanga, Villavicencio, Manizales, Cali, Santa Marta y otros lugares, donde los ganadores, en su mayoría, no tiene partidos aunque sí miradas ideológicas diferentes con objetivos pragmáticos comunes.

Esta identidad por la base toma perfiles universales; lo que ocurre en Chile, Argentina, Bolivia y Ecuador, hace parte del mismo fenómeno, es la operación corcho que siempre llega a la superficie por borrascosa que sea la corriente; así es la verdad. Las cosas están cambiando, los partidos están desapareciendo así como sus máquinas electorales conexas, con raras excepciones; nuevas formas de organizaciones políticas espontáneas aparecen.

Ya ninguna organización político-electoral, por sí sola, podrá triunfar; por eso es necio pensar que solos, con “purasangre”, se puedan ganar unas elecciones; toca hacer concesiones recíprocas para triunfar, y una vez en el poder ir resolviendo aquellos aspectos comunes, con madurez y sin exclusiones. No hay que apegarse a estatutos específicos, lo importante es actuar con transparencia y responsabilidad. La solución de cada problema nos abrirá las puertas para resolver otros en efecto dominó pero sin dolor.

Así de sencilla es la política, ninguna corriente ideológica tiene la verdad absoluta, en todas hay pillos e intereses, pero no todos son así. Un país tiene demasiados problemas que no se resuelven con una ecuación, los caminos son zigzagueantes; así se mueve la naturaleza, ningún río fluye en línea recta sino con meandros, recibiendo afluentes con diversos raudales y contenidos antrópicos que luego conduce a su ría sin traumatismos.

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