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De columnistas y Santos el internacionalista

Casi en ningún caso, pienso, el papel de los columnistas debe ser el de lanzar alabanzas a un gobierno. La opinión pública desconfía por instinto de ese proceder y pudiera decirse es el camino más expedito al fracaso de quien valora y opina de los asuntos públicos. Ese precepto debiera ser indiscutible, en especial, cuando se trata de un gobierno que como el de Juan Manuel Santos tiene con amplitud el favor de los medios de comunicación y ha tejido de larga data las mejores relaciones con directores y periodistas.

Se diría entonces que el papel de los columnistas es ser críticos. El de hurgar e investigar las fallas del gobierno y de la administración para que la opinión pueda valorar el quehacer gubernamental. Una labor mucho más indispensable si los medios son generosos con el Gobierno Nacional en sus páginas informativas. El problema, no obstante, es cuando los columnistas pasan a ser críticos empedernidos, cuando olvidan sopesar las circunstancias o en forma permanente sustituyen el eje de sus argumentos. Allí corren el riesgo de ser eso: críticos empedernidos.

Es por ello que en el examen de las realizaciones y desaciertos del gobierno de Juan Manuel Santos debe reivindicarse el papel del análisis, así incluso al aludir a los logros de su gobierno se corra el riesgo de ser visto como santista. Y aunque en su haber hay muchos e importantes pasivos, como la imprevisión frente al fenómeno del Niño o la falta de resultados en la lucha contra la corrupción, también hay que decir que paulatinamente Santos se sale con la suya. En por lo menos cinco grandes temas: en consolidar la paz, arrinconar a sus principales contradictores como Uribe, aumentar el respaldo a su gobierno, erigirse como un presidente modernizador y como el mandatario colombiano con mejores relaciones y más proyección internacional. Por encima, incluso, de Alberto Lleras y César Gaviria.

Por eso insisto. Frente al tema de la paz, resultará cada vez menos sustancial la discusión de si la paz se firma en marzo o en mayo, si el plebiscito obtiene 4,4 o 5 millones de votos, si las zonas de concentración para los guerrilleros son 10 o 15. La tendencia es que esos temas avanzarán subordinados a lo que parece será el gran logro de la paz. Como totalmente insustancial es discutir los peligros de la verificación de un cese bilateral al fuego por parte de la ONU. Al contrario, ello forma parte de la estrategia de Santos para legitimar los acuerdos de paz internacionalmente, blindarlos jurídicamente y proyectarse como un líder internacional que se codea con Barack Obama, Angela Merkel o David Cameron. ¡Quién lo creyera! De precandidato derrotado a la alcaldía de Bogotá en el 2003 o presidente por gracia de Uribe, Santos parece que puede coronar su faena de tahúr de la política.

Por John Mario González

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