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Cuaresma

Cortísimo Metraje

Por Jarol Ferreira
En forma de marea
las malezas muertas
Saichô

Pienso luego subsisto. La bacanal  terminó ante la presencia imprescindible de la cuaresma y nuevamente escuadrones de personas peregrinaron  juiciosas hacia las iglesias. Se arrepintieron, se convirtieron y se salvaron, aprovechando  las promociones en las penitencias de estos días transicionales, ideados para  amnistías y concesiones. Hicieron el acto de contrición enguayabados en las bancas tras los confesionarios, deglutieron con gusto hostias de trigo y vino. Se apresuraron a salir de la iglesia para avanzar desde el centro, parando por precaución obligatoriamente en  cada esquina, hasta sus casas. Se agolparon, como buscando las rebajas de La Galería, en filas que precedían la imposición de cruces de ceniza. Con paso lento pero seguro el rebaño cumple su itinerario.

1. Cuaresma: calor infernal.  Sequías y expectativas laborales. Pueblos que mantienen la esperanza en sus recién posicionados mandatarios: Duda razonable. Pueblos quemando incienso y palo santo. Ciudades y pueblos  católicos que se hacen cada vez más protestantes. Cuaresma: Sacerdote nuevo en la parroquia recuerda a sus feligreses la importancia de la puntualidad en las ofrendas para las reparaciones del templo antes de que empiece el invierno. Cuaresma: Lluvia de sobres para reparar las goteras de la cúpula, antes de que colapse- ni Dios lo quiera- sobre los parroquianos.

2. Cuaresma: incendios forestales. Todos a la espera de que se concrete algo. La angustia típica se mezcla con la fe y la escasez económica, fabricando un dios híbrido. La música de tamboras en las calles es remplazada por la de los cantos gregorianos exhalados de las iglesias. Frente a los crucifijos de los altares de los templos se arrodillan multitudes de creyentes que aprovechan la temporada para estigmatizarse o comer alimentos marinos una vez a la semana.

3. Cuaresma: Preparación para la crucifixión y la resurrección; para la fiesta y la temporada vacacional. La religiosidad y la necesidad de esparcimiento  halando y empujando hacia el mismo lado. Niños y adultos que sueñan con descansar, en Semana Santa, de sus obligaciones laborales; privilegio para una minoría empleada no explotada. El subempleo trabaja el triple. El desempleo al cuádruple. Cuaresma: la calma que precede a la tempestad. Cuaresma: contrición de corazón y culpa exorcizada.  Ayuno y hambre de gula. Calendarios que avanzan sin que el año termine de empezar. Cuaresma: contratos que se firman sin legalizar. Cuaresma: planes para visitar parientes muertos en el cementerio. Cuaresma: tanques de guerra en las carreteras y pueblos. Tensión, rumores. Tenderos desplazados.

Mientras avanzan los meses la necesidad de resignación ante los malestares vividos, la dicha por las pequeñas alegrías y la expectativa por lo que vendrá son una constante. Ante la necesidad de producir El Diario el espacio público se ve invadido por vendedores ambulantes agolpados tras las sombras de las fachadas de los edificios o refugiados bajo las hojas de los árboles. Avena, chicha, minutos, jugos y frutas, libros, útiles escolares, ferreterías en carretillas, gafas de sol quemadoras de retinas, loterías, juguetes. Todos haciendo el vía crucis diario como girasoles, de sol a sol en la calle y en sus ranchos de noche. A finales de febrero del dos mil doce el ambiente aún está plagado de esperanzas y anhelos que, según vayan cumpliéndose o descartándose, poco a poco desaparecerán ante las graduales acciones transcurridas durante el año; siempre con los placebos de las fiestas y la religión, cumpliendo intercaladamente sus promesas de anestesiar eficazmente nuestros dolores de cabeza.

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