Uno quisiera hacerse una catarsis no ocupándose de temas políticos; hay que extinguir los fuegos fatuos de la lucha por el poder que ha dejado al país lleno de camposantos; es preferible la tierna luz de la luciérnaga para ver el camino. Más, parece que tuviéramos que cargar por siempre la pesada carga de la incertidumbre porque algunos pirómanos del CD quieren incendiar la pradera antes del siete de agosto pese al rol de bombero que aparenta asumir al supuesto jefe de máquinas, el electo presidente. El quid del asunto sigue siendo el acuerdo institucional con las FARC, aprobado por el Congreso, avalado por la Corte Constitucional y registrado en los anales de la Corte Penal Internacional, que subsidiariamente, tomará cartas en el asunto si no somos capaces de cumplirlo.
La estrategia dilatoria para no reglamentar la JEP podría ser un arma de doble filo: de un lado se frustraría la posibilidad de conocer la verdad que muchos intervinientes en la guerra fratricida tienen escondida, lo cual sería antihistórico; de otro lado, nadie nos garantiza que el conflicto no se vaya a revertir en un país donde hay tantos incentivos para la guerra que mata toda verdad. Aquí es más fácil abrir un frente de combate que abrir una nueva escuela; es más fácil sembrar una carga de dinamita que un palo de yuca, disparar un fusil que dar ideas. Estamos en cuarentena, es difícil predecir lo que sucederá en los próximos cuatro años. No se sabe quién trazará líneas, si el presidente constitucional o el “eterno”; ya algunos del CD lo han insinuado, dos caras de un mismo gobierno veremos.
Ahora lo importante es pensar cómo se abordarían temas cruciales para el país: el régimen pensional, el sistema educativo y el de salud, la informalidad creciente en la economía, la injusticia social, la inaplazable reforma del sistema electoral que vicia la democracia, y la corrupción; ya están promoviendo la no aprobación del referendo contra esta que impulsan Claudia López y el partido Verde. Nadie de los ganadores se ocupa de la seguridad ciudadana; en lo corrido del año ya han asesinado a siete líderes sociales; a un amigo y colega mío de Pereira lo amenazó Popeye por defender la Colombia Humana. ¿Otra UP? Ese es el prospecto. Quizás no seremos como la Venezuela de Maduro pero sí como el Chile de Pinochet.