La estratégica ubicación geográfica de Ciénaga, en el viejo departamento Magdalena Grande, le permitió estar frente al mar, a la ciénaga grande, a la Sierra Nevada, y las llanuras que buscaban el interior, y luego, el surgimiento de la Unite Fruit Company, compañía exportadora del banano, cultivo que a finales del siglo diecinueve comenzó su verdadero auge y para el año 1920 era ya de gran importancia mundial para los mercados de Estados unidos y Europa.
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Por las dificultades del transporte de la fruta desde la zona bananera hasta Ciénaga, se dio la necesidad de construir un ferrocarril que llegara a Santa Marta, puerto caribeño que ofrecía mejores condiciones de embarque y así ya en el año 1906 estaban extendidos los rieles hasta Fundación, con líneas secundarias a Riofrio, Sevilla y Aracataca, no obstante, el periodo de receso sufrido durante la Guerra de los Mil días (1900-1903).
La expansión del cultivo y el boom de las exportaciones hicieron de la zona bananera un verdadero imán para los habitantes del mundo caribeño y provinciano, donde solo el agro y la pesca ofrecían posibilidades de trabajo en su tradición laboral.
De otras partes de Colombia y otros países llegaron inversionistas gringos e italianos, comerciantes turcos y palestinos, aventureros, tahúres, blacamanes, obreros, campesinos, damiselas y hasta andariegos juglares del acordeón, entre ellos Manuel Medina Móscate, natural de Zapallan, hoy Punta de Piedra en el departamento del Magdalena. Móscote perteneció, según el historiador Gutiérrez Hinojosa, a la primera generación de acordeoneros, aquellos nacidos entre 1840 y 1890.
No se tienen datos precisos sobre su nacimiento, pero es creíble que viera sus primeras luces cerca del año 1870, fecha en que nació su hermana materna Clotilde Guette Medina, quien hace algunos años tuvo gran popularidad por la visita que a su pueblo le hizo el cantante Poncho Zuleta cuando ella tenía 119 años de edad, según el relato de Gutiérrez Hinojosa.
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El estandarte musical que exhibía Medina Moscote cuando llegó a la zona fue el ritmo del son, característico de los pueblos ribereños del Magdalena. Allí permaneció la mayor parte de su vida y mucho de sus sones con el advenimiento de la industria fonográfica llegaron a tener resonancia continental, como ocurrió con ‘Santa Marta’ o ‘Santa Marta tiene tren’, que aunque siempre ha figurado como porro es realmente un son tradicional, que fácilmente identificamos por su estructura estrófica donde son una constante la anáfora y la reduplicación, presentes en casi todos los sones creados por los juglares de la zona ribereña. Observemos:
Santa Marta, Santa Marta tiene tren
Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía
Si no fuera por la zona, caramba
Santa Marta moriría, ¡ay ombe!
Para la gente criolla que llegaba a la zona bananera el ferrocarril era el encuentro con la modernidad, era sorpresa, facilidad de transporte y que infundía también temor cada vez que aquel armatroste pifaba con su estridente silbato. No escapo nada en la cotidianidad juglaresca que no se hubiera registrado en canciones como evidenciamos en el celebrado canto de Rafael Escalona, ‘El testamento’.
Paso por Valencia, cojo la sabana
Caracolicito y llego a Fundación
Y entonces me tengo que montar
En un diablo al que lo llaman tren
Que sale por toa’ la zona pasa
Y de tarde se mete a Santa Marta
Escuchando la letra del son ‘Santa Marta’ observamos que cuando el autor dice: “Santa Marta tiene tren, pero no tiene tranvía”, exteriorizaba a manera de reproche contra los samarios que a ese pueblo le faltaba mucho para ser ciudad ya que no tenía tranvía, como sí orgullosamente ya lo poseía Bogotá, a partir del año 1884, y posteriormente también rodaron tranvías en Medellín, Cartagena y Barranquilla.
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Fue la época en que para los provincianos, los samarios eran tipos detestables por las ínfulas que se daban de noble abolengo y de sangre azul y lo cierto es que fue una buena oportunidad de Medina Moscote para esta directa crítica; si para ellos los provincianos eran unos pobres diablos, ramplones e ignorantes.
Lo curioso del canto es que en la segunda estrofa se plantea una situación similar, pero que da lugar a considerar una hipótesis como veremos.
Santa marta Santa Marta tiene tren
Santa Marta tiene tren, pero no tiene montaña
Y a pesar de lo caliente que es
El viajero ay se amaña ¡ay ombe!
La verdad es que es imposible al llegar a Santa Marta no detectar la presencia de las pesuñas de la Sierra en punta de Bettin, el Morro los cerros de Gayra, circundante de El Rodadero y a sus espaldas la imponencia de la Sierra Nevada. O el autor quiso continuar con la figura de la crítica burlona ignorando las montañas samarias o probablemente al ir la canción de un lado a otro y pasar del acordeón a los metales de una orquesta se pudo tergiversar su letra que en ese caso podría ser:
Santa Marta, Santa Marta tiene tren
Santa Marta tiene tren, y también tiene montaña
Y a pesar de lo caliente que es
El que llega ay se amaña ¡ay ombe!
Queda al respecto el compás abierto para darle entrada a cualquier argumento válido.
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Hasta hoy continúa siendo un enigma que la primera grabación de Santa Marta se realizó en la Argentina, en el año 1945, hecha por el orquestador de este país Eugenio Nobile, quien se adjudicó la autoría de la obra sin haber visitado jamás a Colombia. Personalmente he pensado que para la época funcionaba en Barranquilla la Foto Velasco, propiedad de don Emigdio Velasco Antonio, quien en su negocio tenía la representación de los discos Odeón de Chile y Argentina, y en un modesto estudio de grabación pifaba matrices en acetatos a 78 R.P.M a los músicos que allí se presentaban, los cuales enviaban a Buenos Aires y Santiago de Chile para el correspondiente prensaje de los discos. En esta circunstancia allí se dieron las primeras grabaciones de Abel Antonio Villa, Guillermo Buitrago, Julio Bovea y José Miguel Cuesta, entre otros. No es descabellado pensar que Medina Móscote hubiera realizado alguna prueba y el acetato en el viaje al otro extremo del continente por el normal manipuleo quizás perdió la identidad del autor y el tal Nobile se la despachó.
Para enredar más la cabuya, Francisco ‘Chico’ Bolaño (1903, El Molino, La Guajira) mucho menor que Medina, el hombre del río, con la melodía de ‘Santa Marta’ compuso el son ‘Mi mujer se volvió loca’, reclamando entonces para sí la obra de Medina Móscote.
La grabación de Nobile fue un verdadero suceso en el continente y varias orquestas latinas la replicaron, inclusive la del austral Francisco Canaro, quien siempre anduvo por los linderos del tango gardeliano.
En el año 1947, ante tan rotundo éxito musical, la compañía Unite Fruit ofreció la suma de cinco mil dólares para el autor de Santa Marta. En entrevista realizada en 1992 a Chema Martínez, hermano de Luis Enrique ‘El pollo vallenato’, me comentó que se presentaron Medina y Bolaño a reclamar el dinero y al no ponerse de acuerdo en esto, la compañía declinó la oferta. Según Chema, testigo presencial de este episodio, Medina promediaba los ochenta años y comenzando la década de los años 50 se despidió de este mundo sin haber registrado su obra.
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Chico Bolaño falleció en 1962 y tras su deceso, su viuda Ana Olmedo registró en la Sociedad de autores y compositores de Colombia, Sayco, el porro ‘Santa Marta’, pieza que hasta hoy no se le conoce versión en acordeón. Es este uno de tantos casos en que el hecho que una obra haya sido registrada a nombre de cierto autor, no prueba rotundamente que este sea su real creador.
Después de la muerte del maestro cienagüero Andrés Paz Barrios, en 1977, los historiadores Edgar Caballero Elías y Guillermo Henrique tuvieron acceso a su baúl de los recuerdos donde encontraron correspondencia cruzada entra Sayco y Paz Barros que trataba de darle claridad a la autoría del porro ‘Santa Marta’ y se pudo constatar que Paz Barrios confirmaba que el autor cuyo nombre no recordaba era oriundo de la región de Plato, población relativamente cercana a Punta de Piedra, solar nativo de Medina y muy distante a El Molino, en La Guajira, la tierra de Bolaño.
La primera grabación Argentina fue incluida por Hernán Restrepo Duque en el L.P. número 14 de su sello preludio y quien consiente que el raponazo musical de Novile no tenía ningún fundamento e ignorando el verdadero compositor, le dio entonces la categoría de dominio público ante la resonancia que tuvo esta pieza.
Buen pescador en río revuelto, el indio Crescencio Salcedo pregonó a los cuatro vientos que él era el autos de ‘Santa Marta tiene tren’ y logró así figurar como tal en el L.P. que en homenaje a la capital del Magdalena en sus 450 años produjo la Alcaldía de esta ciudad, con participación de artistas varios, entre ellos la espléndida Matilde Díaz. Esto no tuvo mayor trascendencia y hasta allí quedaron las intenciones de Crescencio.
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La primera versión de ‘Santa Marta’ hecha aquí en el país data del año 1957, a cargo del conjunto tropical que en Barranquilla armó un músico panameño de nombre Marcos Gilkes, que llegó al país como pelotero de baseball profesional y que eligiendo el camino de la música tuvo figuración como trompetista en la orquesta de Pacho Galán. Esta página musical está presente en el L.P. 1209, volúmen uno, de cumbias y porros de la disquera Tropical de Barranquilla.
Fue vocalizado por la joven Nidia Isabel, quien, según argumentos del periodista Álvaro Luis Hernández, era oriunda del Valle del Cauca y merodeaba en los escenarios costeños tratando de abrirse paso en el mundo farandulero. Aquí sí se le dio el justo crédito al juglar del acordeón Manuel Medina Moscote, reconocido como el decano de los acordeoneros de la zona del río. Muchas hipótesis conjeturas y especulaciones se han tejido en torno a esta composición, respecto a su largo viaje desde la zona bananera hasta el extremo sur del continente, incluyendo la de un chileno estudiante de música en Bogotá, que a su paso por Ciénaga rumbo a Puerto Colombia para embarcarse hacia el sur, conoció la obra y al regresar a su tierra la dejó en Buenos Aires en manos de Nobile, pero esto no es, hasta ahora, más que especulaciones. Queda pues abierta la ventana.
Por: Julio Oñate Martínez