Al tratar este tema, no cabe duda que debemos decir en primera instancia que la transformación del consumidor da lugar a dos fenómenos que tienen que ver directamente con la cuestión de cómo el consumo se ha convertido en un obstáculo para afrontar el Cambio Climático: nos referimos al consumo exagerado y al consumismo verde.
La idea de que en los países ricos gran parte de su conducta de consumo está guiada por una necesidad de “auto-realización” más que por cualquier necesidad real, es reforzada por las pruebas de consumo dispendioso, o sea del gasto en bienes y servicios que de hecho no consumimos. En tanto que nuestro deseo no tiene límites, nuestra capacidad para hacer uso de las cosas es sin embargo limitada: solo podemos comer, usar y mirar hasta cierto punto, y una casa tiene una cantidad limitada de habitaciones que pueden ser ocupadas con provecho. La diferencia entre lo que compramos y lo que usamos es el derroche.
Como vía de ejemplo, tomamos un estudio realizado sobre la cantidad de consumo dispendioso en Australia el cual reveló que prácticamente todas las personas admiten gastar dinero en comprar cosas que nunca usan: alimentos, ropas, zapatos, Cd, libros, bicicletas para ejercicio, cosméticos, artefactos de cocina y mucho más. Confiesan gastar un total de 10,5 mil millones de dólares todos los años en bienes que no usan, lo que hace un promedio de 1.200 dólares por cada casa de familia, más que el gasto total del gobierno en universidades o en caminos. Estas cifras no tienen en cuenta el gasto en viviendas que son demasiado grandes, en casa de veraneo que no se usan, y en automóviles que casi no lo sacan de su garaje. Si lo hicieran las cifras probablemente se duplicarían.
El problema del consumo dispendioso va agravarse. El estudio citado reveló que las casas de familias ricas desperdician más que las casas de familias de ingresos bajos y moderados. Eso era de esperarse. Cuando se les preguntan si no se sienten culpables de comprar cosas que usan es menos probable que la gente rica exprese remordimientos que la gente pobre (cerca de la mitad de la gente de las casas de familia de bajos ingresos dicen que se sienten “muy culpables”, comparada con alrededor del 30% de las casas de familia de altos ingresos).
En cuanto a la edad a pesar de dos décadas de educación ambiental, es más probable que la gente joven incurra en consumo dispendioso y menos probable que se sienta culpable por ello.
En el caso de la contaminación de efecto invernadero, el consumo exagerado está vinculado con la idea de “emanaciones suntuarias” las emanaciones asociadas con el consumo por encima del nivel de subsistencia.