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‘Compae Chipuco’, del mito a la leyenda

Muchas canciones se han hecho en homenaje a 'Compae Chipuco'.

Tengo las patas bien pintá, llevo el sombrero bien alón. Y pa´ remate me gusta el ron. Fue esta la forma como ‘Chema’ Gómez dibujó en sus versos a José Antonio Guerra, el popular ‘Compae Chipuco’. Un personaje simpático que curiosamente no era vallenato, ya que sus hijas aseguran que era de San Juan del Cesar y además, respecto a sus apodo, comenta que esto lo marcó desde muy joven cuando en un burro de buen paso le tocaba ir diariamente al río Guatapurí a traer agua para el consumo de su casa. 

El agua la traía en dos latas grandes donde en esos años venía la manteca de cocinar antes de que aparecieran los aceites refinados. Las latas las tapaba con un pedazo de tusa o tapones de madera que se ajustaban con un trapo o plástico. 

Esto no sellaba completamente las latas y con el balanceo del burro al caminar se regaba algo de líquido en el recorrido quedando entonces una cámara de aire en el interior de las latas y el agua al golpear contra las paredes producía un sonido incesante, escuchándose claramente “chipuco, chipuco, chipuco”, esta onomatopeya era escuchada por la gente al paso del animal y muchos quedaban repitiendo “chipuco, chipuco, chipuco”.

Imagen de ‘Compae Chicpuco’

PERSONAJE AUTÉNTICO

Era un personaje muy simpático que la gente del Valle veía sentado en la puerta de su casa intentando sacar notas estridentes a un viejo acordeoncito de una hilera allí en la esquina de lo que hoy es la carrera séptima, antigua Calle del Cesar, con la calle 16. Esta esquina se conoció siempre como la “esquina de Chipuco” ubicada frente al ‘Rey de los Bares’.

Doña Iberia Ustariz, “La Bella” para los vallenatos, era su vecina y ella comentaba que en las tardes, la mujer de ‘Chipuco’ vendía peto, fritos y arepas, la cual el publicitaba con su acordeón y recordándome esto versos:

Chipuco vente peto, rúa, rúa, rúa

La hija de Chipuco se llama Soledá

Predestinado para convertirse en leyenda, quizás no encontramos en el mundo valllenato otro personaje similar a ‘Chipuco’ sobre el cual, el destino caprichosamente haya vertido tantas exóticas y absurdas curiosidades como en él, observando como desde el momento de protagonizar el paseo de José María Gómez, su patria chica fue suplantada, pasando entonces de sanjuanero a vallenato de verdad.

CANCIÓN CON TINTE POLÍTICO

Los motivos que inspiraron al compositor para moldear esta obra tienen su tinte político ya que, a la época de ser creada, año 1943, existía una acentuada rivalidad en la clase política dirigente de Valledupar, donde se enfrentaban “Santistas” y “Lopistas”, entre los cuales, algunos compañeros de estudio de ‘Chema’ Gómez, quien perteneció a una de las más encumbradas familias fonsequeras. 

El sentido que él plasmó en la letra al escribir “Soy vallenato de verdad, no creo en santos, no creo en ná. / Solamente en Pedro Castro, Alfonso López y nada más hacía referencia al doctor Eduardo Santos, a la sazón nuestro ilustre presidente y no a los Santos apóstoles de la iglesia, como lo interpreta la mayoría, incluso llegando con el tiempo a involucrar en el texto al santo Ecce Homo bendito del Valle. 

Fue la intensión del autor, gastarles una broma a sus amigos vallenatos al resaltar la figura del ‘Caralejo Pata Pintá’, que con el tiempo pasó de ballenato o pequeño cetáceo de piel manchada a vallenato o nato del Valle, llegando a significar más adelante un género musical que hoy nos llena de orgullo.

La composición fue entregada por ‘Chema’ Gómez a ‘Pacho’ Galán, el arreglista de la famosa orquesta Emisora Atlántico Jaz Band siendo grabada en 1944, para el sello Odeon de Argentina. 

En la etiqueta respectiva del acetato la canción se rotuló como son vallenato. Los investigadores del Caribe señalan que era una forma de homologarlo con el son cubano, muy en boga de esos años, pero los vallenatos, tenemos muy claro que en esta época así se identificaba todo lo que sonara diferente a puya o merengue, ya que la palabra paseo aún no aforaba y para ponerle más nudos a la cabuya, el autor Gómez Daza al entregar la composición a ‘Pacho’ Galán le explicó que se trataba de una “musiquilla provinciana”. 

Con visos de éxitos esta grabación de la Atlántico Jazz Band se hizo popular y sonó durante la década del cuarenta, época en la que Luis Carlos Meyer comienza sus grabaciones en México y haciéndole eco a la obra de ‘Chema’ Gómez compuso con igual nombre el porro “Mi Compay Chipuco”, que en la fecha cercana a 1957 llegó a manos de Ismael Rivera, el Sonero Mayor de Puerto Rico, quien la grabó con ‘Cortijos y su Combo’ en esa época. 

En esa página musical mayor se refiere a ‘Chipuco’ como un personaje de gran popularidad que alcanzó dimensión nacional, este es su estribillo:

Compay chipuco, gran amigo popular

Compay Chipuco, tiene fama nacional (bis)

La grabación de Ismael Rivera, de una resonancia internacional que encuentra respuestas en diferentes épocas con distintos autores.

El nombre de ‘Compae Chipuco’ es utilizado para establecimientos comerciales y culturales.

OTRAS CANCIONES A ‘CHIPUCO’

En el año 1948, el maestro Rafa Escalona compuso el paseo “El Retrato de Chipuco”, obra de la que solo conocemos la letra, la cual surgió de una fotografía de Chipuco montado en una bestia con su sombrero bien alón. Esta foto fue obsequiada por ‘Chema’ Gómez a su pariente Mundo Daza y hoy en día reposa en manos del investigador vallenato Iván Gil Molina, quien celosamente la guarda como lo que es “un verdadero tesoro”. Esta fotografía conocida por el maestro Escalona fue convertida en canción, veamos algo de la letra:

Compay Chipuco es el hombre

Vallenato de verdad

Como dice Chema Gómez

Tiene las patas pintá

En 1976 Carlos Huertas, “El cantor de Fonseca” en su canto “El abrazo guajiro” al referirse a la “Tierra de Chipuco” se aparta de los elogios al personaje que tenía la tierra y el poder como era Pedro Castro, viendo en ‘Chipuco’ un símbolo folclórico que sin ser compositor sin tocar muy bien el acordeón y sin tener tierra, logra seducir el cariño de la gente por su pintoresca personalidad, dicharachero, bebedor de ron y con las patas bien pintá:

Desde mi tierra vengo yo con mis cantares

Con alegría pa la tierra de Chipuco

De La Guajira le traigo un abrazo al Valle

Y en especial para mi compadre Turco

MITOLOGIA MUSICAL

El licenciado en lenguas hispánicas Ariel Castillo Mier me señala que alrededor de la música se va generando una mitología, un sistema de referencias relativamente autónomo, pero que no tienen un sustento sólido en la realidad. Es lo que Vargas Llosa refiriéndose a la literatura denomina “La verdad de la Mentira”, es decir, invenciones verbales que van adquiriendo vida propia, un puesto en la realidad.  Así encontramos: La Tierra del hombre Caimán, La Puerta de Oro, Francisco El hombre, etc. ‘Chipuco’, gracias a la sonoridad pegajosa de una canción se convierte en un emblema regional con un nombre extraño, pintoresco, que resuena y se parquea en los rincones de la memoria de una comunidad que lo tiene adherido a su cultura.

En el año 1966, el cantautor magdalenense Duque Palomino grabó en la disquera Tropical de Barranquilla, con el acordeón del plateño Santiago Vega, un tema cuyo protagonista es también Compay Chipuco  y que título “El Mano Pintá”.

Yo te invito Compay Chipuco 

Para que vayas a saborear

Este ritmo con todo el gusto

Porque lo sabes atornillar

Es del río Cesar, su sombrero alón

Sus manos pintá, que le gusta el ron

‘CHIPUCO’ NO ESTÁ EN EL DICCIONARIO

La palabra ‘Chipuco’ no figura en el diccionario de la Real Academia, pero curiosamente la encontramos en la población de Yolombó, en el departamento de Antioquía, donde un trío que interpreta cantos humorísticos desde el año 2000 se hace llamar “Los Cantores de Chipuco”. Estos gozan de gran popularidad en la región y alternan sus presentaciones con los artistas que por allí circulan sea cual fuere su onda musical. 

El nombre fue tomado por la gran popularidad que alcanzó el canto ‘Compae y Chipuco’ en este pueblo interpretado por Carlos Vives. 

Diversas vertientes de orden social, religioso, folclórico, político y cultural confluyeron en ‘Compae Chipuco’ para darle connotaciones de un símbolo musical que como el charro de las películas mexicanas y el gaucho de las pampas argentinas es en nuestro suelo el juglar acordeonero de estirpe campesina.  

Pregonado en los grandes escenarios del nuevo y viejo mundo por Carlos Vives y la Provincia, su nombre, sin tiempo y espacio queda eternizado en la historia, ya que en su tumba del cementerio central de Valledupar la lápida identificatoria no registra la fecha de su nacimiento ni la de su defunción dándole visos de inmortalidad que hoy figuran como siderales destellos en el firmamento vallenato, al llevar su nombre la nueva y fenomenal tarima “Compae Chipuco” del Parque de la Leyenda, donde los juglares de acordeón seguirán escribiendo con versos y melodías la historia gloriosa de nuestra musical tradicional que hoy representa el sentir musical colombiano. 

POR JULIO OÑATE MARTÍNEZ/ESPECIAL PARA EL PILÓN

Categories: Crónica
Tags: leyendamito
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