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Como añoro las parrandas de otros tiempos

Si, de otros tiempos en que el odio dormía en los confines del olvido y las mulas arrieras entonaban canciones con sus pasos andantes entre el Plan y Manaure, sin buscar refugios en las distancias y como diría Jorge Robledo Ortiz, el poeta antioqueño, la luna de los caminos era anti rusa, misteriosa y romántica. 

Los ricos miserables y los pobres dominados por odios y resentimientos infundados, sobraban sobre la tierra y eran prisioneros permanentes de la soledad y los ricos humanitarios y bondadosos como los pobres honestos y trabajadores de esperanzas, eran queridos y respetados por los pueblos.

En mi provincia, eran los tiempos de la bohemia elegante, donde la imaginación hecha realidad se extasiaba con un canto de Escalona, un verso de Poncho Cotes acompañado con su guitarra , la humildad de un Emiliano Zuleta solo comparada con la de su hermano Toño Salas, la fantasía sin palabras de un soñador empedernido como Leandro Diaz cuando expresaba “si el hombre hubiera nacido sin sentimiento y sin corazón fuera cuanto mejor no soportará tanto martirio”; un Alfonso Murgas regalando favores interminables a través de unos pesos que acabaron en la nada, pero llevándose la caridad humana en su corazón; un Andrés Becerra robándose la alegría por doquier para repartirla a la irresponsabilidad consentida; un ‘Colacho’ Mendoza durmiendo su acordeón con notas infinitas que disolvían el dolor hasta hacer una sola mezcla con la felicidad,… “que será de nosotros el día que se muera Colacho”, exclamaba exaltado el gran ‘Lucho’ Pupo, consolándose ante sus amigos por el afecto musical con aquel; eran los tiempos aquellos  de muchos otros que, repartían amistad como la proliferación  de malezas  en épocas de lluvias abundantes; unos hermanos Pavajeau sacándoles a escondidas a su madre cantidades de morocotas de oro y plata, para canjearlas por la infinita satisfacción y así disfrutar de la eterna música vallenata junto a los mejores intérpretes, músicos y compositores, solo para decirle a su medio que el folclor de esta tierra es la base de la convivencia en un mundo donde la ingenuidad, las sanas costumbres, la modestia y la familia deben ser el fundamento para la sociedad de los sanos , plena de afectos y sentimientos, donde las emociones primen sobre la razón.

Verdad que sí. En esos tiempo el deleite era infinito cuando estos personajes se reunían en son de parrandas interminables, que sin escalonamientos y al compás de guitarras y las canciones con la música preferida por cada uno, que no era sino la misma para todos, se combinaban con poemas, con la espontaneidad de la retórica elegante sobre cualquier tema y la exposición de las cualidades de cada uno de los participantes, que los que presenciaban aquellas  escenas románticas sentimentales y sorprendentes, bajo el asombro dibujado en su semblante, solían pensar en voz baja: “Dios Mío, qué debo hacer para que esta parranda no se acabe nunca” o para pagar la cuenta de los costos y gastos que aquellos asumían casi siempre sin un peso en el bolsillo, pero si, bajo el respaldo indiscutible de los más pudientes de sus amigos.

Nadie pensaba en cuentas, ni en sobregiros bancarios, ni de pesares que atormentasen el itinerario de las faenas acostumbradas; en cualquier lugar eran atendidos con fiestas, jolgorios y sancochos, como para cebar a esos corazones extraordinarios, quienes pagaban las atenciones recibidas a punta de ratos agradables que hacían pensar en forma permanente que la vida sin la felicidad a través de la alegría de estos seres maravillosos, no valía la pena, y que las palabras fiador, acreedor, o deudor desaparecían lentamente y eran como castigo inevitable, atrapadas por el tiempo llevándolas al campo del olvido.

Tuve la fortuna de haberlas vivido; si, vivido y disfrutado y de allí aprendí que no hay nada más satisfactorio que una irresponsabilidad consentida cuando no se le ha hecho daño a nadie y la sensibilidad social nace, con recursos o sin ellos.

Hoy mis horas son felices como ayer, exclamaba Leandro y mi querido padre pregonaba: nunca ambicioné el dinero porque no me interesó ….., y el fantástico Beltrán Orozco , “el bueno”, exclamaba en su pasillo “Con los ojos del Alma” y que en forma de parodia de sus versos tomó alguna estrofa para decir….aquellas parrandas hechas con tanto esmero hoy son cosas frías a falta de aquel calor….., que acompañado con las notas del tiple del silencio tocado por un ser extraordinario: ‘Chico’ Daza y el flautín del viejo ‘Lucho’ Pimienta pareciera que la comedia picaresca le diera el toque final al ambiente.

Ellos, entre muchos, hicieron el folclor y fueron dueños incuestionables de las verdaderas parrandas vallenatas, las que hicieron que la formidable Consuelo Araújo encontrara el camino abierto para darle vida a una música que hoy recorre oronda el mundo entero,… “hoy se comunica mi tierra con todos los pueblos del mundo”; ya lo profetizó “Homero”, no aquel quien dignificó a Ulises, sino aquel Homero vallenato, Leandro Diaz, quien al lado de otros, ayudó a colocar el  poema vallenato como inmortal dentro del patrimonio de la música y de la humanidad.

Por: Fausto Cotes N.

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