Por Jaime García Chadid
Cavilando sobre el tema de esta columna se me apareció, sin tenerlo muy presente, uno que siempre me ha inquietado y es el relacionado con la pregunta sobre ¿cómo, a pesar de todo, Colombia existe, sangrante, mutilada y todo?
Pero aquí estamos a pesar de que nada hubiera hecho pensar que así iba a ser, lo que se entiende mejor si hacemos memoria y en retrospectiva miramos las convulsiones sufridas de Constitución en Constitución, de guerra en guerra y todo basado en nuestras radicales diferencias políticas, que debieron operar como un separador fundamental que rompiera o hiciera trizas el concepto de nación colombiana, pero no, seguíamos y seguimos agarrados de la mano, miles de muertos, insultos y agresiones de por medio, lo que nos señala que hay factores que nos congregan. Uno de ellos tangencialmente y sin mucha profundidad es el papel de la radiodifusión.
No he leído el libro o ensayo de David Bushnell, cuyo título inicia e inspira este escrito ocasional, pero no es difícil entenderlo cómo una explicación de lo que arriba aludo, es decir, poco o nada garantizaba la unión territorial y cito un solo ejemplo: ¿Cómo fue que el Estado de Bolívar no siguió los pasos de Panamá? Nada se lo hubiera impedido y en Bogotá se enterarían semanas después.
Lo objetivo y real es que existimos cómo nación, reconstruida varias veces de las cenizas y además el sentido de lo nacional es fuerte. Referirse a la República de Antioquia o la Independiente del Caribe hoy suena extraño.
Algo debió suceder y creo que nada sencillo de analizar y describir es el asunto, pero dentro de esos complejos hechos aparecen en la superficie, cual boyas indicadoras, algunos eventos que fortalecieron la nacionalidad y entonces tropiezo con el volumen III de un estudio realizado por la Universidad Nacional de Colombia y la revista Semana, en el cual enfoco el aparte dedicado a la radio y que en resumen plantea como argumento central que “por encima del correo, el tren o el telégrafo, la radio consiguió, con su magia e inmediatez, atravesar la escarpada geografía y unir a los colombianos”.
Eso, que en apariencia es una simple frase, merece ser profundizado, debido a que actuó cual atadura invisible y conscientemente imperceptible pero evidentemente muy eficaz y fue así como el país lamentó al unísono los infortunios de Albertico Limonta en la radionovela ‘El Derecho de Nacer’, que hoy se pensaría que podría ser un mensaje dirigido a los conjueces de la Corte Constitucional, sobre el asunto de la despenalización del aborto.
El articulista habla del esplendor de la radiodifusión colombiana y cómo fue que hizo que nos miráramos en el mismo espejo, cuya cima fue alcanzada con la creación de la Cadena Radial Colombiana y luego Caracol, Emisora ‘Nuevo Mundo’ a la cabeza y también por la Radio Cadena Nacional, RCN, cuya matriz era la Emisora Nueva Granada”. Hoy subsisten la primera como Caracol Bogotá y la segunda como RCN Bogotá.
La radio nos igualó social y territorialmente y fue así como la música, el radioteatro y los concursos, nos dijeron que somos colombianos, valdría la pena profundizar sobre el asunto y creo que así lo haré para mi próxima columna.
Tengo un temor válido y es cómo explicarle eso a un muchacho de treinta años, pues no va a entender lo de la radiodifusión si no la conoce, porque su mundo de hoy es otro, que es un radio receptor.
El papel de lo que hizo la radio en su momento hoy lo hace la web y marchamos sin duda alguna a conformar la “aldea universal”.