El gobierno sigue haciendo implosión. En el capítulo de Los Informantes -transmitido el domingo pasado por el canal Caracol-, Juan Fernando Petro, hermano del presidente, hizo varias afirmaciones delicadas: dijo que gracias a sus visitas a las cárceles durante la campaña presidencial, la misma campaña hizo cuentas de haber obtenido un millón 500 mil votos en las zonas involucradas y en donde los hampones con los que charlaron tienen aún el control.
Juan Fernando Petro se quejó mucho del equipo que acompaña a su hermano, afirmó que es el único responsable del pésimo momento que vive el gobierno; y remató diciendo que hace muchos años, ambos, los 2 Petro, habían sido diagnosticados con autismo, más exactamente, con Asperger. Bien raro resulta que si bien del autismo se habla hace rato, sólo cuando empieza a hablarse del espectro autista es que aparece una de sus modalidades: el Asperger. Pero esto es muy posterior a lo que afirmó Juan Fernando Petro, las fechas e inclusive las épocas, no cuadran.
Los que me conocen saben de mi afición por hipotetizar. Me encanta pensar, repensar, mirar opciones y luego de un rato, boto la mía: como se ha hablado últimamente y por varios actores, de que el presidente es cocainómano, marihuanero, alcohólico, depresivo, de todo, ahora el hermano le manda un salvavidas para desviar la atención, pensando que esto explicaría las tonterías que comete sistemáticamente, pero el plan le salió mal: su propio hermano salió a desmentirlo muy poco tiempo después. Parece ser que al presidente le gusta más que lo tachen de vicioso que de padecer una condición. Respetable.
El presidente no es autista, pero sí un tipo resentido, ramplón, burdo, mentiroso, su mérito está en congregar, en un mismo cuerpo, lo peor del ser humano. Si se le estudia mejor, aparecen opciones como la mezcla de un trastorno narcisista, con un egocentrismo exacerbado, con delirio de persecución, evidentes rasgos de mitomanía y este cóctel se completa con el síndrome de Hubris -conocido también como “la enfermedad del poder.” En palabras sencillas este último consiste en sentir envidia y desprecio desmedidos y la necesidad de aniquilar a los demás a cualquier precio. Suena familiar, ¿cierto? Esto es lo que parece ser Petro, así entendemos mejor todo lo que nos está pasando.
Esto también tiene que ver con lo que ha pasado al interior del gobierno mismo. Esas condiciones de Petro, que le permiten ejercer la presidencia sólo por momentos -¿recuerdan cuando se desaparece?-, genera espacios que varios quieren ocupar y para lograrlo, se despellejan vivos. No les importa afectar el proyecto político de su gran jefe y como no han estado en el poder, y seguramente no lo volverán a oler después del 7 de agosto de 2026 -cómo ansiamos ese día-, se aprovechan para imponerse, ganar presencia e influencia. Y como son varios los personajes en las mismas, pues “¡tome pa´que lleve!”
Lo triste es que los colombianos estamos padeciendo este entramado de intereses, mezquinos por demás, lo que genera desgobierno, una economía ad-portas de la recesión -sí señores, para allá vamos-, con los delincuentes premiados y elevados al estatus de héroes y facilitadores de paz, en fin, la más perversa versión de Locombia. Lamentable que estemos viviendo esto, inimaginable realidad como lo fuera la pandemia del Covid-19 en su momento.
Varias veces me han oído decir que uno no es exladrón, tampoco exhampón. Petro fue guerrillero, líder del M-19, asesino, delincuente, terrorista. Y así está gobernando, rodeado de otros hampones iguales a él.
Mientras tanto, arrancó la eliminatoria y vimos contra Venezuela a una selección Colombia diferente, dinámica, que permite proyectar una campaña que nos hará gozar y estar presentes en el mundial de Estados Unidos, Canadá y México en el 2026. El primer partido es clave ganarlo, el juez omitió un penalti claro a favor nuestro en el primer tiempo. Hubo cositas interesantes, ya veremos a Chile el martes que viene. Hay recambio, jugadores muy interesantes como Arias, Carrascal y Durán, además de los clásicos. ¡Vamos mi Colombia!
Por: Jorge Eduardo Ávila.