Por José Atuesta Mindiola
I
Celebremos la llegada
del año dos mil veinticuatro,
con una escena de teatro
de esperanza iluminada.
La vida siempre es sagrada
es un precepto divino;
que la fe del peregrino
sea la música del alma
y el viento silbe en la palma
adornando los caminos.
II
Que Dios nos dé el esplendor
para embellecer el bien,
y edificar nuestro edén
con las bases del amor.
Que el perfume del albor
sea un espiral de azucenas;
que brillen las cosas buenas
en el dintel del hogar,
y la alegría no ha de faltar
para sopesar las penas.
III
Llevemos la luz en las manos
de Dios que a todos bendice,
para que seamos felices
con su poder soberano.
No guardar secretos vanos
ni repetir los errores,
porque marchitan las flores
de nuestro jardín interior;
cultivemos siempre el amor
y así seremos mejores.
IV
Y nuestra Patria querida
de belleza y de quimera,
de sus hijos siempre espera
la dignidad por la vida.
Ya basta de tantas heridas,
de arrogancia y de terror;
respetar es lo mejor
y aceptar las diferencias
para que en nuestra conciencia
brille la paz y el amor.