Es el clamor masivo de los colombianos ante la arremetida inmisericorde de hombres depravados, sin escrúpulos, crueles e inhumanos que cada día es más notorio en nuestro país. El estereotipo de violencia registrada en forma escalonada en el territorio nacional, merece un análisis serio y reflexivo que permita a la sociedad poner freno a tantos desmanes que atentan contra los principios éticos y morales, al igual que la integridad física y emocional de los niños y niñas.
Estos hechos despiadados, los miramos con cierto grado de prevención y escepticismo, pero la verdad es que requieren una discusión a profundidad que propicie un cambio de conciencia y una transformación radical. Estas violaciones escalonadas tienen a la postre consecuencias y perspectivas nefastas para el futuro. Ante ello se necesita en Colombia con prioridad y urgencia cumplir la normatividad legal, no con pañitos de agua tibia, sino que sean compromisos serios, muestras de buena voluntad, campañas y enmiendas de soluciones.
Está demostrado que el sistema penitenciario en el país no ha dado resultado. ¿Qué hacer? Se necesita una aplicación de las leyes, el verdadero contexto normativo en la ejecución de estas; esto con mensaje de urgencia.
Con base en lo anterior algunos academicistas han propuesto implantar la cadena perpetua para violadores. El tema es álgido, partiendo del hecho que los casos de las violaciones son cada día más recurrentes.
Los argumentos que expresan muchos colombianos es que los violadores no se resocializarán, no cambiarán jamás; otros manifiestan que para qué mantenerlos encarcelados si no van a cambiar; van más allá, quieren desaparecerlos de este mundo; con una pregunta bastante diciente ¿Qué necesidad tenemos de mantener a un desperdicio que no es más que basura de la sociedad? Otros sostienen que la cadena perpetua no solo debe darse para violadores sexuales de niños, también debe aplicarse a secuestradores, homicidas…
En muchos años los colombianos no habían vivido tanta indignación y dolor como ahora, incluso algunos han querido salirse de casillas y hacer justicia con su propia mano.
Estos sucesos que atentan contra los niños en especial, se esparcen como una ola de violencia que circula por el país en medio de la más insólita impunidad, estamos hablando de violación, abusos, tortura y maltrato, ¿y? como si no pasara nada, todo ello es caldo de cultivo para mentes asesinas, por ello se escucha con mucho ahínco la implantación de la cadena perpetua.
Para que esta iniciativa abra puertas al dialogo y el camino del acuerdo para tal fin, se hace indispensable condiciones que templen el espíritu y con justicia de verdad para la sociedad colombiana enferma por estos traumáticos sucesos.
Para corregir tantos atropellos que ocasionan degradación y perjuicio a la sociedad infantil colombiana, debemos convertirnos en motor al frente de la construcción de un nuevo tejido social; sumarnos en lo posible al lado correcto de la historia del pueblo y en tal sentido restablecer la fe en las soluciones democráticas. De esta manera estableceremos el espíritu institucional con reservas de civismo y patriotismo y lo más loable rodear y garantizar el cumplimiento de la iniciativa que busca de tajo eliminar este aberrante conflicto social.
De todas formas, es una situación bastante polémica que suena y resuena, que muchos desean surja al panorama jurídico vía referendo. En tal sentido se confía en que la puesta en práctica de este mecanismo tenga justeza en su causa y que su influencia sea constructiva.
Por Jairo Franco Salas
Jairofrancos@hotmail.com