Asustados, creo, es la palabra de la pandemia, ahora llamada pospandemia con apenas dos millones de los 37 que requieren las estadísticas para completar el yo no sé qué del rebaño. Cogimos tanta confianza al virus que la venta de tapabocas, moringas, alcoholes y jabones, ya no es negocio. Para qué hablar de las estadísticas de divorcios y menos de la violencia intrafamiliar, si las nuevas parejas que se formaron ahora son emprendedores, artífices de la economía naranja, dulceros sin experiencia, vendedores completos con megáfonos bulliciosos en cada barrio donde ningún alcalde ha podido, o no ha querido, controlar el ruido, para que maestros y estudiantes puedan al menos escuchar clases en tiempos virtuales.
Vendedor (ahora emprendedor) que se respete carga el megáfono más aturdidor por toda la ciudad y creo que en el único horario donde no se notan el entre las 12:00 a.m. y las 5:00 a.m., horario escogido por las autoridades para prohibir salir de casa, precisamente el horario donde el 95 % de las personas están en hogares, indicador que la prohibición es para ninguno. Mil veces he buscado el autor de esa maravilla de horario para prohibir y nadie da razón. Y nadie es nadie.
Seguramente vendrá el cuento de los economistas de papel, presumiendo, ni siquiera afirmando, que en este largo puente santo, los vendedores de incienso movieron el dinero local, y los dulceros, apoyados por los fruticultores regionales, salvaron la patria, y claro, los nuevos empresarios del transporte domiciliario crearon tantas condiciones laborales que en otros tiempos sería imposible.
Los pueblos -seguirán diciendo los expertos mercantiles- fueron los mayores beneficiados ya que en las pequeñas tiendas, en las horas del domingo, no tenían una sola cerveza fría, pues el consumo de cuatro días consecutivos en los patios y fincas cercanas fueron factores del libre mercado que desocuparon sus bodegas y agotaron existencias, creando empleo, diversificando el recorrido de productos e irrigando el dinero, que luego entra al mercado local, creando nuevas situaciones empresariales confortables en unos tiempos difíciles, pero con medidas como las actuales, entre ellas la lay de 12/5 es la dinamizadora de todo el proceso. La prensa económica explicará la primera semana de abril, algo muy parecido.
Pero la realidad será la misma. Un guayabo tremendo, unos vales firmados en tienditas pueblerinas para pagarlos con las primas de junio, aquellos que tengan la bendición de un empleo, unos acercamientos con líderes políticos para las nuevas elecciones que renovarán las ilusiones y encontrar de nuevo desde el lunes la misma realidad nuestra, con ingredientes nuevos, para contribuir a lo mismo.
En Bogotá el caso de la niña Ana Sofía, en el país político la investigación a Fajardo, el caso de los abogados y la preclusión de Uribe, al aumento de Char en las encuestas, las promesas de apoyo y consolidación de los grupos del Pacto Histórico, alguna nueva chicharra encontrada en la reserva Van der Hammen en Bogotá que hace décadas nos tiene mamaos con el mismo cuento, o tal vez, ahora sí el Ranchería dará agua definitiva a La Guajira.
Preferiré en mi caso pasear por el callejón de la Purrututú en Valledupar para ver a los jóvenes poetas del pincel y del color dejar correr el río de la imaginación y escuchar sonrisas y promesas que generalmente nunca se cumplen. Y el día que se cumplan, ¿entonces qué esperaremos?