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Ambientalismo, necesario para la vida, pero insuficiente para ganar elecciones

Cuando alguien es gobernante y quiere extender su propuesta más allá de un periodo de gobierno, debe conjugar la filosofía de su campaña electoral con el pragmatismo de su gestión; es una ecuación que debe incluir unas variables fundamentales que permitan la gobernanza; cada acción debe ser visible y sentida para fortalecer las esperanzas del imaginario colectivo; hay mucho desempleado que necesita la mano del Estado. 

La opinión pública es una balanza supersensible y para mantener su fidelidad hay que manejarla con guantes de seda, evitando que un soplo la mueva. Uno de los pilares de la campaña del presidente Petro fue el ambientalismo, tema inaplazable y tratado en foros internacionales. Ahora gobernante sigue defendiendo este tema con arrojo, sapiencia y compromiso que le ha valido el reconocimiento internacional, pero sin convencer a sus adversarios políticos internos, esos que pueden crear matrices de opinión contrarias para devaluar su acción de gobierno. 

Es una verdad tozuda que la vida en el planeta está amenazada, pero pese a lo obvio, la mayoría de quienes pueden evitarlo no lo hacen porque creen les afectaría intereses de corto plazo. Así, para muchos dirigentes colombianos, incluso el pueblo raso, esta reiteración no incita al fervor porque nuestras necesidades básicas son de corto plazo; el calor y el frío solo se sienten cuando estén presentes. Por eso, ya como gobernante, las banderas ambientalistas deben conjugarse con lo más sentido: hambre, sed, desempleo, inseguridad y otros elementos vitales. 

La ecuación es: ejecuciones fácticas más ambientalismo igual a bienestar; si lo bueno se hace bien, lo demás surge en forma automática. Los dichos populares son doctrina; una sentencia griega dice que cuando Ceres (diosa de la agricultura) se va, Eros (dios del amor) huye; esto significa que con hambre no hay amor, obras son amores… No entender bien esta lógica de Perogrullo fue, quizás, la causa de la derrota electoral del Pacto Histórico en los recientes comicios. 

Estos resultados podrían poner en riesgo la continuidad del cambio que debería darse para generar una nueva cultura política en el segmento “juventud” (15 a 29 años) que representa el 25.5 % de nuestra población, motor de cualquier sociedad; el Cesar tiene uno de los índices de juventud más altos del país, 27 %. Esta cohorte induciría nuevos comportamientos ético-políticos de padres y abuelos que van de los 30 a los 70 años con una cobertura del 42.4 %; estos dos segmentos, el inductor y el inducido representan el 67.9 % de la población total, suficiente para garantizar la continuidad con democracia plena, aun asumiendo que muchos de este segmento serán inamovibles en convicciones e intereses, la inercia es difícil de vencer. 

Este es un país de jóvenes, el 26.7 % de su población está por debajo de 14 años y no tiene interlocutores ni dolientes; por eso el compromiso con esa cohorte debe ser fuerte y real. Se entiende que el presidente Petro está solo en su laberinto, como Bolívar en Pativilca, y la propia institucionalidad, que está cooptada, no le ayuda, antes le obstaculiza; los únicos que no le hemos fallado somos sus electores, sin nosotros esta proeza es imposible y no podría continuar; ya invitó a Palacio a la llamada “gente de calle”, pero casi todos sus electores también somos así, en términos relativos. Llegó el día en que el presidente Petro se reúna con todos sus electores, convidados de piedra que, quizás, no soportarían más indiferencias y exigirán para sí lo que les ha otorgado a sus adversarios. Veo difícil que se repita otra esperanza como la de 2022, un Milei vendrá y allí será el llorar y el crujir de dientes; preparemos nuestras cuevas y subamos el umbral del dolor.

Luis Napoleón de Armas P.

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