En estas épocas preelectorales a los candidatos al Congreso y mucho menos a la presidencia, difícilmente se les escucha hablar de cultura, de folclor o de vallenato, parece que esos temas están vedados en políticas públicas, por eso en Colombia sabemos qué el Ministerio de Cultura es una oficinita, cuyo presupuesto lo supera con creces una secretaria de algunas ciudades del país.
Al único candidato presidencial que se le escuchó hablar de economía naranja, tal vez porque había ayudado a escribir un libro sobre ese tema para mejorar su hoja de vida, fue al hoy presidente Duque, yo fui uno de los que alcancé a ilusionarme, inclusive caí en la tentación de asistir a reuniones en Planeación Nacional para ayudar a redactar algunos artículos del Plan de Desarrollo en los que supuestamente se materializaría el gran apoyo a la Cultura y a sus diversas vertientes.
Se le acabó el mandato a Duque y la cultura sigue siendo en Colombia la cenicienta, ya ni él mismo se acuerda que significa la economía naranja, ni qué fue lo que propuso en campaña para las ciudades o distritos naranjas. De esa algarabía solo quedó el rimbombante nombre de un viceministerio, llamado de la Creatividad y la Economía Naranja. El presupuesto de Mincultura es y seguirá siendo el más pírrico de todos los ministerios.
Por estas calendas los candidatos tanto al Senado como a la Cámara por el Cesar, tienen invadidas las calles de nuestros pueblos de vallas, afiches, volantes, tarjetas y perifoneo de alta contaminación auditiva, llegan a pueblos donde no hay señal de telecomunicaciones y les montan estructuras de supuestas antenas, con el compromiso de que voten por ellos, cargan “bojotes” de plata en camionetas Toyota blindadas, se escuchan los jingles a todo volumen de cantantes vallenatos, de champetas y reguetón. Pero usted no escucha ninguna propuesta concreta y materializable para impulsar y fortalecer el turismo, la cultura y en particular la música vallenata.
Uno siente que con estos escritos no es mucho lo que hace y que mas bien es un simple saludo a la bandera, ellos son mudos, sordos y ciegos, y cuando ya se apoltronan en su curul, es peor. Claro, hay excepciones y el pueblo sabe quiénes son, lo que ocurre es que ellos los acostumbraron a darles migajas dos veces cada cuatro años y mucha gente espera ansiosa que lleguen las elecciones a ver qué números nuevos traen los del “circo” como diría mi amigo Jacobo Solano Cerchiaro.
COLOFÓN: Conocí a un gran abogado vallenato en la Universidad Autónoma de Colombia, cuando Carlos Ossa Escobar me llevó como docente de la facultad de Derecho, él estaba de decano; luego me lo volví a encontrar en la Universidad Católica, era uno de los docentes más apreciados y respetado de esa facultad, me alegré mucho cuando supe que había logrado llegar a la Corte Suprema de Justicia, la cima para cualquier jurista. Por estos días le llegó a nuestra región una noticia positiva, de aquellas que uno quisiera escuchar con más frecuencia: Un vallenato fue elegido presidente de la Corte Suprema de Justicia y se trata nada menos que del mismo abogado del que les vengo hablando, el doctor Aroldo Wilson Quiroz Monsalvo, quien sin duda dejará una buena huella de aquellas que estábamos necesitando en la maltrecha justicia. Doctor Quiroz buen viento y buena mar.
Por Jorge Naín Ruiz