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Alerta alerta Festival

La creación del Festival de la Leyenda Vallenata fue una auténtica inspiración de sus gestores, no sólo se erigió un evento folclórico sino que marcó el inició de ese mundo mágico que tiene su epicentro en Valledupar, pero que su dimensión hoy es global.

Valledupar sin el Festival sería una ciudad más entre tantas que tiene Colombia. Pero no, hoy es la Capital Mundial del Vallenato y eso tiene una gran connotación en cualquiera de los escenarios que se le pretenda mirar.
Es esa grandeza cultural lo que convierte en obligación su defensa y preservación, toda persona que se sienta vallenata está forzada a ser un centinela de este folclor que despierta profundas pasiones y que es además el espejo fiel de las vivencias de un pueblo sufrido y luchador.
Este año Valledupar se engalana con la celebración de la versión número 50 de su festival, donde se coronará un nuevo Rey de Reyes, egregio acontecimiento para evaluar con mucha sindéresis lo que ha sido, lo que es y para dónde va el certamen musical más importante del país. Su gloria histórica no admite discusión, el presente ratifica su vigencia, es tal vez su futuro el aspecto que convoca a reflexionar sobre la salvaguardia de la esencia folclórica de una región que traspasó su propio contorno geográfico.
En estas efemérides debe recobrar vital importancia la declaratoria de la música vallenata como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por parte de la Unesco. En torno a ese principio tendrán que girar todas las agendas, tanto de los organizadores del Festival como de los distintos activistas folclóricos que fungen como impulsores, investigadores, historiadores y demás actores de este bello folclor.
Si en el ámbito internacional fijaron la mirada hacia nuestro folclor, eso es suficiente motivo para que a nivel local se llame al orden, aquí urge pasar revista a todos los soldados del batallón musical vallenato, será así como se podrá ganar la batalla folclórica que permitirá garantizar la autenticidad de la música vernácula que hoy es orgullo nacional.
En este magno acontecimiento folclórico todas las deliberaciones deben encaminarse hacia el punto neurálgico que hoy representa el nuevo rumbo que está tomando la música vallenata y junto a ello la dinámica misma del Festival. Sería bueno analizar si éste aún responde a la inspiración que dio paso a su creación o si ahora prevalece el sentido comercial por encima de lo musical.
No se debe permitir que la espectacularidad comercial de los conciertos, ni la mercadotecnia de los eventos superen el tributo cultural y folclórico que se le rinde con el Festival a la vallenatía. La magia de la parranda, el verso, la piqueria, la inspiración de los compositores y la interpretación única de nuestros acordeoneros es insuperable.
Que no se pierda la musa, que se valore la historia, que se empodere el presente y que el futuro no sea motivo de nervios para todos los que nos aferramos a esa mística musical representada en los juglares de un pasado lleno de poesía, nostalgia y lamentos de vaquería, donde el sentimiento se transformaba en canción y las canciones eran un retrato pintoresco de la realidad cotidiana de aquella aldea, de esa misma que ahora se pone un vestido citadino para recibir a los visitantes de todo el mundo.

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Oscar Martínez Ortiz: