Por Silvia Betancourt Alliegro
Es la primera palabra que emitimos por necesidad inaplazable, somos ella en alta proporción, igual le sucede al planeta Tierra.
Sabemos que el progreso material de los pueblos se debe al comercio, ni para qué negarlo, y en él están inmersos todos los poderes terrenales, desde las religiones, hasta los ejércitos.
Los pueblos se han consolidado gracias a los negociantes que han subordinado sus vidas a la consecución de dinero, sin que mediara ¡jamás! un sentimiento de piedad hacia el prójimo; y se han visto asistidos por los dueños del poder que saben cómo imponerles tributos y prebendas, que en su reparto saben cómo quedarse con la mejor porción, después de hacerle creer a sus gobernados que la venta del bien común será para beneficio de todos.
En nuestro país los empleados que elegimos han vendido -sin rendir cuentas claras sobre lo que hacen con el dinero- prácticamente todo lo que contiene el territorio, que ha sido erigido con el esfuerzo del pueblo: puertos marítimos, aéreos, fluviales; carreteras, empresas de servicios públicos, servicios de salud, recaudación de impuestos, cementerios, televisión, radio, telefonía, aerolíneas, aseo, bancos, ferrocarriles, flotas marítimas y aéreas, administración del tránsito, peajes, vigilancia, la explotación de yacimientos de todos los minerales; entre otras cosas que tienen en mente (viajando por Colombia las encuentran); ahora están mirando hacia los parques naturales, mejor dicho, somos dueños de nada, pero seguimos votando y pagando impuestos para mantener a los sinecuras en los tres poderes.
Vivo en una ciudad dotada por el Creador de las cosas buenas para la vida: Valledupar, resumen de todo lo que la naturaleza brinda en el planeta, puerto para el espíritu y el bienestar físico; con inmensa riqueza hídrica (las guerras del futuro cercano serán por ella), y en sus plazas y calles escucho voces, leo conceptos, veo pancartas que avisan la hecatombe: un funcionario dotado con el poder que le dimos en las urnas está pensando venderla…quiero creer que es mentira, porque un hijo jamás vendería a su madre, ni dejaría a sus hermanos desamparados.
Usted puede carecer de todo objeto, pero de los elementos: tierra, agua, fuego y aire, nunca; en ellos se sustenta una fogata donde se podrá cocinar lo que sea, el surco para las semillas, el aire para vivificar, y agua: para vivir.