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Adiel Zambrano, el poeta que no vive de las letras, sino de tristezas 

Adiel Zambrano Arias, ejemplo y amor al arte de escribir. FOTO: CORTESÍA.

En Chimichagua, pueblo de las playas de amor y donde llegaba una piragua que se volvió canto, vive desde siempre Adiel Alfonso Zambrano Arias, quien durante la mayoría de sus 66 años se ha dedicado a escribir poesía narrativa, que lleva de su puño y letra a hojas de cuadernos los que guarda como su mayor tesoro. Tampoco tiene más que su talento.

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Sus poemas son armados con una característica particularidad donde remplaza las palabras que comienzan con la letra C por la K. “La idea es recuperar la K y por eso pongo mis poemas al servicio de la causa. Esto viene del idioma ladino donde se utiliza la K por la C, una mezcla de español con judío”, dijo muy convencido.

Entonces hizo una extensa explicación y se metió en el intríngulis de los promotores del modernismo para que fluyera la parafernalia de este acontecimiento literario. Enseguida indagó sobre si había entendido, porque de lo contrario hacía una síntesis más explícita. Al aprobársele su tesis “Kasista”, puso un ejemplo con uno de sus más de mil poemas.

“Koncédeme ¡oh, Dios! la gracia de un verso que abra kamino al alma, bajo el palmar y el rumor alegre de la korriente del agua. Ese kanto, ese  korrer, esos bríos. El día se llenó de pájaros, su kanto es la salmodia, el kanto de acción de gracias. En kada tejido, en kada rincón, en kada verso, está viva mi palabra. Aunque el universo komo el hombre tomen otros rumbos, no se apaga la palabra. Mi palabra que existe, komo existe mi karne absorbida de olvido.

El amor de Adiel Zambrano por la literatura comenzó al escribir una buena cantidad de cuentos, pero su hermana Claribel encontró en el lugar equivocado esas hojas pensando que no servían y las quemó. En cenizas terminaron sus cuentos pueblerinos.

Ese error tomó un nuevo viraje y como se había dedicado por años a leer a Francisco de Quevedo, Pablo Neruda, Oscar Wao y Mario Benedetti, entre otros, se montó en el caballo de la poesía y no se ha bajado nunca a pesar de los rechazos, indiferencias y nulo apoyo a su obra.

Siguiendo con su relato anotó: “Me puse a darle mente a la idea de pasar de los cuentos a la poesía, y como tengo bien entendido que los dioses regalan los primeros versos, después vino el trabajo de darle forma a todo. Antes de sacarlos al ruedo les hago la maduración necesaria para que tengan la aceptación ideal”.

“Alguien, que viene de la kalle o del otro lado del tiempo. Alguien que a las primeras luces se asoma – toca a la puerta – la mano de mi verso toca a mí korazón apresurado de deseos. Algo toca a mi puerta… Mis pobres versos tristes komo tardes de pueblos. Yo me asomo a la vida de los días komo fruta madura que kae al suelo”.

De esta manera se desplaza el poeta de Chimichagua. FOTO: CORTESÍA.

ALGUNAS PRECISIONES

Adiel Zambrano, el poeta de la K, el héroe de la literatura en esa tierra de pescadores donde las soledades tienden a matar la memoria, hizo algunas precisiones. “Antes, estaba cabellón y barbón, pero me quité todo eso para que la inspiración pudiera aterrizar bien. No tengo mujer, ni tampoco hijos. Solamente le pido a Dios que no me quite la vida para ver el producto de mi trabajo y poder descansar en paz con la poesía. Que mi poesía vea la luz, que mi poesía deje huellas. La poesía es como un hijo que pare el sentimiento y la arrullan las letras”.

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Al dar esa clara explicación cambió de semblante. Se puso sentimental, agachó su cabeza y varias lágrimas visitaron su rostro, pero al rato contó su realidad. “Vivo de los buenos corazones, no tengo de qué vivir. Sufro de parálisis cerebral parcial que afecto mi sistema psicomotor. Soy un milagro de Dios y en mi condición de inválido la escritura ha sido mi refugio. Nunca he tirado la toalla a pesar de diversas dificultades, porque una gota de agua en una piedra en algún momento hace hueco. Eso ha pasado conmigo”.

Ahí está la radiografía palpable del hombre humilde que con su esfuerzo ha logrado mostrar su talento en esferas del orden departamental y nacional. No hay otra alternativa que darle la mano y ayudarle a edificar sus sueños.

Delicioso suspirar poema, olor de poma rosa en un bosque de eucalipto. Allá en el fondo, el sonar del agua exorciza. Korre libre por la tierra – la tierra kanta – poema, sensibilidad, ternura… Un poema es un misterio, la materialización del alma. Poema, suave textura que roza nuestras manos sobre la piel del fruto.

En Chimichagua vive un poeta lleno de ilusiones que aspira a concretar en corto tiempo.

LA DESPEDIDA DEL POETA

Adiel Alfonso Zambrano Arias, seguirá siendo el dueño de la letra K, y no se cansa de añorar que sus poemas sean plasmados en varios libros, cuyos nombres y textos los tiene listos, pero sus sueños se pasean lejos y no los puede encontrar a la vuelta de la esquina.

Al despedirse, cuando la tarde agonizaba y la luna quería dar las buenas noches, recalcó que no iba a olvidar la amena charla que le recordaron esas viejas tertulias donde las letras encontraban suprema compañía. “Esto no puede quedar en el tintero”, recalcó.

Partió en su bicicleta adaptada. Se fue contento de narrar su historia de vida y de sus tristezas que no se cansan de acompañarlo. Cuando iba a pocos metros llamó la atención y dijo a plena voz. “Juan Rincón Vanegas, mi paisano, si tocas la mente, el cuerpo la sigue solo”. Definitivamente, Adiel nació para estar al servicio de las letras.

Esta es la crónica que siempre quise escribir con los dedos del alma e incluso hasta con lágrimas, porque desde muy joven el bardo chimichagüero hizo posible que convirtiéramos las poesías, los cuentos, las crónicas y los relatos en la más grande diversión de la memoria, Su mayor interés estaba darnos los fines de semana lecciones de vida y de amor a la literatura. Por eso nunca olvidaré aquellas noches oscuras y eternas en la Chimichagua de ayer, donde alumbrados por un mechón Adiel Zambrano declamaba a palo seco.

“Si algún día me ves triste no me digas nada, solamente quiéreme. Si me encuentras en la soledad de la oscura noche, no me preguntes nada, solo acompáñame. Si me miras y no te miro no pienses nada, compréndeme. Si lo que necesitas es amor no tengas miedo, ámame. Pero, si alguna vez dejaras de quererme no me digas nada. Recuérdame”.

Por Juan Rincón Vanegas

@juanrinconv

Categories: Crónica
Juan Rincon Vanegas: