La economía está a un paso de la recesión. Bajo el supuesto de que este Gobierno en realidad no quiere “decrecer”, hay un conjunto de acciones gubernamentales que podrían evitarla.
La primera es usar de manera efectiva una herramienta que depende solo del mismo Gobierno y que ya está financiada: debe acelerar la ejecución del presupuesto, altamente rezagado hasta 31 de octubre. En funcionamiento, la ejecución era del 71,2 % y en inversión, 74 billones, de apenas era del 54,5 %.
La segunda supone que Petro entienda que el sector público es solo el 20 % de la economía nacional y que el otro 80 % es el sector privado y que, por tanto, sin los privados, a los que llama esclavistas y explotadores, cualquier esfuerzo será insuficiente. La economía se ha impulsado en los últimos años movida por el gasto de los hogares y por la inversión. Los dos van de para atrás.
El gasto de los hogares se ha visto claramente afectado por la inflación, por la reforma tributaria y por el aumento de la tasa de interés. La del Banco de la República es de 13,25 %, pero la corriente de crédito de consumo y ordinario es de 26,53 % efectiva anual y la de usura, que pagan muchísimos en el país, es de 39,80 %. Ningún negocio es rentable con esas tasas tan altas. El Gobierno viene echándole la culpa al BanRepública. No solo es falso e injusto, sino que si el Banco no hubiera hecho su tarea la situación sería peor. No hay carga más gravosa para los ciudadanos que una inflación desatada. De manera que lo que el Gobierno debe hacer es cuidarse de contribuir a una inflación mayor. Y no lo está haciendo. En nada ayudan los aumentos de la gasolina, por ejemplo, que ya hoy se paga por encima del costo internacional. Tampoco ha contribuido el caos en el manejo de las tarifas de energía.
La inversión, por su lado, se ha visto afectada por el deterioro acelerado de la inseguridad, la creciente incertidumbre en las reglas de juego, y el impacto de una violenta reforma tributaria. La tasa efectiva de tributación de las empresas saltó del 47,9 % al 61,3 %. Las rentabilidades se desplomaron, hay mucho menos dinero para invertir y muchísimo pasó del sector privado al público donde no se gasta y el que sí, se malgasta.
Cuando más necesitamos generar confianza para los inversionistas nacionales y extranjeros, más se empeña el Gobierno en destruirla. Pareciera dedicado a destruir las pocas certidumbres con mensajes que van desde la propuesta de eliminar la regla fiscal hasta establecer control de cambios y, otra vez, la especulación de que será necesaria otra tributaria. Y, claro, en nada ayuda el riesgo económico, en algunos casos cuasi mortal, de las reformas laboral, salud y pensiones, en las que el Gobierno sigue ciegamente obstinado. En fin, nada será posible sin contener la diarrea tuitera de Petro y sin frenar los anuncios improvisados.
Por: Rafael Nieto Loaiza