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A propósito del Pot

La concordia es un sentimiento amistoso, inteligible, razonable, benéfico a las personas individualmente consideradas y a las comunidades, verbigracia la ciudad de Valledupar. Es, pues, propia de la vida cívica.
El concepto del sentimiento concordia encuentra su fuente en los siguientes vocablos: a)Acorde, cordis (corazón), estar conforme con otro, en armonía; b)Concordia, conformidad, unión de voluntades, buena inteligencia acerca de algo.
El estar de acuerdo es todo lo contrario a una imposición, reprochable; esta suele provenir de un capricho, o de la ignorancia, o de un tecnicismo. Algunas normas técnicas pueden ser susceptibles de causar perjuicios a las personas, a las comunidades.
A propósito del Pot, puso el dedo en la llaga el editorial de El Pilón de hace quince días, cuya relectura recomendaría.
“Varias son las voces que señalan el que el Plan de Ordenamiento Territorial de Valledupar se construye de espaldas a las realidades de la ciudad, cuando el primer mandamiento para elaborar un Pot es que sea participativo y de cara a las necesidades y ofertas de los municipios”.
Son, pues, los intereses legítimos – todos los que se puedan contemplar en el presente y avizorar hacia el futuro, por lo menos durante un lapso determinado, que proyectan el crecimiento poblacional, los barrios residenciales, los asuntos culturales, los turísticos, comerciales e industriales de la ciudad y el municipio –, los que la sociedad civil ha de tener en cuenta y los cuales debe dar a conocer a su contratado (los expertos) para que éste elabore el Pot consensuado; por tanto, al contratado, así como así, no se le puede permitir que imponga a su entender las normas del Pot.
He oído decir que el criterio de alguno de los expertos contratados es el de, en cuanto hace a los barrios residenciales, regresar a la altura de construcción antes de la modificación excepcional que se hizo al Pot hace dos años.
Eso es absurdo por decir lo menos y reduciría a Valledupar a una situación de pueblo grande, sinlas proyecciones de una gran ciudad—Yo ya la he llamado en mis columnas La Gran Ciudad del Norte–, que es el propósito que tenemos acerca de ella. Regresar a las alturas anteriores no es el remedio para conjurar la merma de los servicios públicos básicos, afectados negativamente, por razón de un mayor volumen de edificación; la solución es ampliar y perfeccionar dichos servicios.
Se me informa por parte de la oficina de Planeación Municipal que en un barrio como Novalito no se puede establecer, por ejemplo, un hotel o un hostal, o un restaurante. Esto es igualmente absurdo. La cuestión es de fácil solución. Quien deseara establecer tales servicios, le bastaría solicitar la autorización a Planeación, y ésta después de un estudio ponderado autorizar o negar el permiso.
Esto último es lo que ocurre en todas las ciudades del mundo. Pensemos solamente en Cartagena. La ciudad amurallada está repleta de hostales y restaurantes, lo mismo que los barrios residenciales, pues de lo contrario se estancaría su desarrollo turístico. Así, el antiquísimo barrio San Diego está lleno de dichos establecimientos, y para nada importa, o, mejor, importa positivamente que allí se encuentran, entre otros, el famoso hotel Santa Clara,y la casa de Gabriel García Márquez.
Sirva todo lo dicho y lo que se pueda agregar para que no permitamos se le escamotee el desarrollo a Valledupar, por las miradas recortadas y reduccionistas de parte de uno o más expertos, no autóctonos, que carecen de la percepción real de nuestra ciudad. Que no la sienten como la sentimos nosotros. Somos nosotros quienes aportamos a ella las energías, imaginación y talentos, diferentes de los suyos.
rodrigolopezbarros@hotmail.com

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