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50 años de la eclosión educativa en el Cesar: Rincon Hondo (parte 2)

Aspectos de la Institución Educativa Técnica, José María Campo Serrano, fundada en 1959 como cuarta institución educativa de bachillerato en el actual departamento del Cesar, siendo la segunda en graduar su primera promoción de bachilleres en 1964.

Se podría decir que 1968 fue un buen año de quiebre para la educación secundaria departamental, que desde ese momento empezó a dinamizarse, presionada por el volumen de estudiantes que terminaba cada año de las escuelas primarias; que, ya ofrecían el ciclo completo en algunos corregimientos, como resultado de las nuevas políticas educativas en el joven Cesar.

A partir de ese primer año de funcionamiento pleno del nuevo departamento, los cambios educativos para la juventud cesarense empezaron a sentirse y, desde entonces, la vida social, cultural y educativa señaló nuevos derroteros y nuevos horizontes para la vida y el futuro de la juventud cesarense.  

II RINCÓN HONDO Y LA GENERACIÓN DEL MEDIO SIGLO

En el imaginario regional hay un pueblo antiguo cuyo nombre no pasa desapercibido, para propios y extraños. Se le asocia por el sabor de sus famosas panochas, alimento de nombre árabe, cuyo contenido es masa de trigo a la cual se le da forma de pan de pita, doblado en forma de empanada relleno con queso, azúcar y anís; en algunos casos se les adiciona coco rallado, y que, desde el siglo XIX hacen parte de la bromatología local y regional. También es famoso por las leyendas que allí se han tejido y hacen parte de los relatos colectivos de apropiación popular, como la relativa al comienzo del misterio del santo Ecce Homo, cuyos testimonios grabados en unos petroglifos y un dolmen cerca al pueblo, han dado origen a la leyenda sobre el origen del patrono de Valledupar. 

OTRA LEYENDA

También es famosa la leyenda de Hermógenes Ramírez, más conocido como ‘El Enviado’, un personaje enigmático y cabalista que a comienzos del siglo XX hizo profecías y premoniciones sobre el futuro de la región; o por ese famoso número de hipnosis que hacía un circo itinerante, dejando a un voluntario del público pegado en un taburete, que hizo carrera como si fuera una práctica común de los brujos locales, figuras también fantaseadas en el imaginario regional.

Es reconocido, además, este pequeño poblado, por el talento y nivel académico de su gente, que en los últimos 70 años ha alcanzado una cifra de profesionales superior a la de muchos municipios actuales, desempeñándose en cargos de importancia en el contexto nacional e internacional. 

HIJOS ILUSTRES

Algunos hijos de este pueblo han alcanzado posiciones como parlamentarios, diputados, secretarios del despacho departamental, magistrados auxiliares en las altas cortes, o titulares en tribunales regionales, vicerrectores y rectores de universidades, vicepresidente de Ecopetrol, rectores y supervisores de instituciones educativas. 

Y también han lucido con brillo en el desempeño particular de profesiones, como médicos, abogados, ingenieros, geólogos, enfermeros, licenciados, graduados y posgraduados en universidades del país y el exterior, con maestrías y doctorados.

PUEBLO DE PROFESIONALES

El logro de contar con casi 800 profesionales, nacidos o hijos de los allí nacidos, un pueblo que escasamente alcanza 4.000 habitantes, no es un hecho fortuito. Es, ante todo, el resultado del empeño, tenacidad y determinación de los habitantes del pueblo, motivados por un puñado de notables que acostumbraban reunirse a comienzos de los años cincuenta, en la casa de cualquiera de ellos, en una especie de tertuliadero –como las que actualmente existen en Valledupar–, allí socializaban noticias tardías, hechos políticos regionales y nacionales y hasta los chismes locales. Eran varios hombres y un par de mujeres que por su don de mando ejercían un liderazgo natural en la comunidad. 

Eran personas con una base económica sustentable, en un pueblo donde no había ricos que explotaran a la comunidad; pero casi todas las familias eran propietarias de la vivienda que habitaban –algunas de ellas poseían varias casas habitadas por sus hijos mayores o casados–, y la mayoría poseían sus propios fondos, una o más parcelas de tierra, en donde cultivaban lo indispensable para el sostén familiar y mantenían pequeños hatos de ganado vacuno y bovino. 

SEMBLANZA MACONDIANA

Como cualquier poblado Caribe, se asimilaba al Macondo descrito por García Márquez en al inicio de Cien Años de Soledad, Rincón Hondo “era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a orillas de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”. 

Pero a diferencia del Macondo garciamarquiano, Rinconhondo contaba con unas 120 casas, algunas hechas de cemento y zinc y otras de palma y de bahareque. Y, en vez de un río, aún cuenta con tres, uno de ellos con las mismas características del río macondiano, con piedras aovadas como huevos prehistóricos. Ríos ricos en abundante pesca, hoy extinta. 

Las calles del pueblo, de polvo y arena, servían de escenario a las narrativas de la infancia, especialmente en noches de luna llena, alrededor de cuenteros y narradores orales que refrescaban la memoria colectiva, en lenguajes de magia y ensueño estimulantes de la imaginación creadora de los infantes.

Al iniciar la segunda mitad del siglo XX, en la década de 1950, entre sus inquietudes cívicas de los miembros de esta tertulia, hoy conocida como Generación del Medio Siglo, empezó a plantearse el problema de la educación en la comunidad; toda vez que la escuela local solo ofrecía dos años de educación primaria para niñas y varones, en una escuela unitaria creada en 1914, regentada por un maestro para cada género.

Ese era el máximo grado que ellos habían alcanzado y pensaban que sus hijos debían tener otras oportunidades.

En ese momento, los colegios de bachillerato más cercanos al pueblo eran el José Eusebio Caro, en Ocaña; el Pinillos, de Mompox; el colegio Loperena, en Valledupar y el Liceo Celedón de Santa Marta. 

LAS ESCUELAS DEL MOMENTO  

En la cabecera municipal, había escuelas públicas y un colegio privado que ofrecían la primaria completa; en 1950 había iniciado labores un colegio oficial de secundaria con los dos primeros años de bachillerato. En Valledupar ningún colegio ofrecía aún la secundaria completa. 

Este ambiente generó una especie de diáspora. Una emigración de familias que, con fines académicos, se trasladaron a otras regiones, en donde sus hijos pudieran tener oportunidad de acceder a una educación más amplia y completa. Algunas familias decidieron no emigrar, y, sin distingo de género, enviaron sus hijos, hombres y mujeres a estudiar por fuera.

POR SIMÓN MARTÍNEZ UBARNEZ/ESPECIAL PARA EL PILÓN.

Categories: Cultura
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