EL COLEGIO COOPERATIVO DE RINCÓN HONDO
Asumido el reto de ponerme al frente de la organización y puesta en marcha del primer colegio cooperativo del departamento, la primera tarea fue conseguir el local (dos aulas de la escuela urbana); adecuación de oficinas, dotación y conformación de la nómina docente con dos comisiones otorgadas por el departamento y dos designados por la Nación; el resto de personal lo asignó la cooperativa. Se contó con una partida municipal de $10.000, incluida en el presupuesto de 1984 por el alcalde Lisímaco Martínez, hijo de Rinconhondo.
LA INAUGURACIÓN
Y el 6 de febrero de 1974, a la una de la tarde, ya reunidos los primeros estudiantes del total de 42 con los que iniciaba el colegio; en presencia de los directivos de la cooperativa y algunos padres de familia, se hicieron plegarias por el éxito futuro de esta gran empresa que iniciaba y después de un acto musical amenizado por el conjunto de Benjamín Robles, se dio inicio al proceso de inducción de los estudiantes de los grados 6º y 7º, que conformaban la matrícula inicial.
Ya en marcha la institución, se solicitó a la Secretaría de Educación Departamental, la visita de inspección para obtener la licencia de funcionamiento.
La comisión de supervisores no tardó en visitar el colegio; y el trío, integrado por Alfonso Cotes Queruz, Rita Fernández Vega y Antonia Fernández de Robles, en pocos días rindió informe y llegó la resolución otorgándole licencia a la primera institución educativa de iniciativa comunitaria y primer colegio de bachillerato que se creaba en un corregimiento del Cesar.
El positivo concepto rendido por la comisión evaluadora, a la Secretaría de Educación, llamó la atención del entonces secretario, Amadeo Rodríguez, nacido en Saloa y residenciado en Curumaní; quien un día, de paso hacia el sur arribó de sorpresa al colegio. Quería conocer la experiencia personalmente. Su entusiasmo lo llevó a ofrecer los elementos de dotación básica faltantes, como pupitres, escritorios, sillas, archivadores, útiles de oficina y ayudas didácticas. Y al mismo tiempo invitó a los directivos a su pueblo natal, para que mostraran el proyecto y motivaran a la comunidad a gestionar su propia cooperativa. Y así ocurrió.
UN COLEGIO FAMOSO
El enfoque pedagógico impreso desde sus inicios, el sentido de pertenencia (al estudiar en un colegio de su propiedad), cultivo de un código de valores y virtudes humanas, el ambiente socio-cultural y de integración orientados con enfoque humanista, dieron al colegio el carácter de una comunidad de intereses o un falansterio, en el sentido asignado por el filósofo Rafael Carrillo.
La fama se extendió en el centro del Cesar, a donde llegaba el pequeño periódico editado cada 15 días por docentes y estudiantes, impreso en el mimeógrafo del ICA en Chiriguaná, con información del colegio y resumen de noticias regionales, nacionales e internacionales.
Al segundo año, la matrícula creció ampliamente, con niños y jóvenes provenientes de corregimientos y poblaciones menores como Saloa, San Roque, La Sierra, La Estación, La Aurora, Arenas Blancas, Poponte, La Palmita, La Loma y La Jagua de Ibirico. Algunos de ellos con lazos familiares en el pueblo; dando forma así, a un proceso de integración regional.
COLEGIO Y PROYECTO PILOTO
En el segundo año también empezaron a llegar visitas e invitaciones de diversas poblaciones del departamento, interesadas en conocer la experiencia; que, además, ya era promovida por la Secretaría de Educación. Ese interés llevó a muchas comunidades, sobre todo corregimientos, a organizarse para crear las cooperativas y dar forma a sus colegios.
La cooperativa y Colegio Cooperativo de Rinconhondo sirvieron de patrón para la creación de nuevos centros en todo el territorio departamental. Y, con ese modelo eclosionó en cinco años una generación de 27 planteles; unos en futuras cabeceras municipales, como Pelaya, Astrea, El Paso, La Jagua de Ibirico, Becerril, Bosconia; y los inicialmente autorizados en San Alberto y San Martín. Y, corregimientos importantes, encontraron en este piloto una alternativa; que, por autogestión comunitaria, resolvía un problema educativo local.
SOLO QUEDA UN COLEGIO COOPERATIVO
De esa generación de colegios cooperativos solo sobrevive el de Codazzi. Los demás fueron departamentalizados durante la administración del gobernador ‘Pepe’ Castro, quien al mismo tiempo les otorgó nombres de patricios liberales y conservadores, según la tradición dominante en cada pueblo. Más tarde estos planteles fueron nacionalizados.
Algo paradójico ocurrido, es que, al oficializar estos planteles y asignarles un epónimo regional, el gobernador le colocó al colegio de Rinconhondo el nombre de MANUEL GERMÁN CUELLO, el mandatario que, en 1972, le dio a la comunidad respuesta negativa a la solicitud de creación del plantel
Cuando eso ocurrió, ya me encontraba de regreso en Bogotá, en procura de culminar mis interrumpidos estudios.
Me fui, dejando consolidada la básica secundaria y la primera partida para iniciar la construcción del local propio; que, el médico Alberto Caamaño Martínez, hijo de Rinconhondo, como suplente a la Cámara, hizo incluir en el presupuesto nacional. Después vendrían otros aportes hasta acabar la actual edificación.
Después de funcionar varios años con el nivel de básica secundaria, en 1985 el colegio graduó su primera promoción de bachilleres académicos. Y desde entonces, no ha cesado en esta labor, nutriendo al municipio, el departamento y el país, con puñados de talentos en cada promoción, que van a la universidad y egresan para dar lustre y fama a su región, con brillante desempeño profesional, entre los que destacan juristas y operadores en altas cortes y tribunales, licenciados, rectores, directivos y docentes universitarios, médicos en varias especialidades; odontólogos, enfermeros, ingenieros, geólogos, sacerdotes y otros.
La semilla sembrada en 1973 cayó en tierra fértil, germinó y desde entonces no ha dejado de dar frutos, cuyos resultados son las transformaciones que las comunidades han tenido en estos 50 años, con la contribución de una generación mejor educada, que ha contribuido al mejoramiento familiar y al ascenso social, cuyo impacto se refleja en lo que somos hoy, frente a lo que fuimos ayer.
POR SIMÓN MARTÍNEZ UBARNEZ/ESPECIAL PARA EL PILÓN.