Por Luis Mendoza Sierra
La motivación que ha generado, entre todos los actores de la región, el intento de raponazo de las regalías por parte del gobierno nacional, lo cual, para desgracia nuestra, será un hecho, debe ser aprovechado para promover otros objetivos de la región, fundamentalmente, uno que conjuga toda la dinámica económica, llamado Desarrollo Regional
Aun, en medio de la dispersión, hay cohesión y entusiasmo. Estamos cerca de avanzar en una cruzada, sólida, en defensa de las regalías alrededor de las que se tejen todo tipo de historias de leyendas especialmente relacionadas con corrupción razón, fundamental, para que el gobierno, anterior y el actual, determinaran llevárselas, falta concretar la acción, para comérselas, fresquitas, en Bogotá.
El subterfugio a que ha acudido el gobierno es un Acto Legislativo que, como corresponde constitucionalmente, tendrá que ser votado por el Congreso a lo largo de ocho debates y revisado luego por la Corte Constitucional para que tenga plena vigencia. Al argumento de elevada corrupción en las regiones que producen regalías, Santos y su equipo, le añaden otro muy particular llamado “Derecho a la sostenibilidad fiscal para alcanzar los fines del Estado Social de Derecho”, el cual resumí recientemente con mis palabras, y evito repetir.
Creo más oportuno y conveniente, proponer, nuevamente, la discusión alrededor del desarrollo regional, máxime cuando el visible atraso de nuestra región y las escasas posibilidades de alcanzar prosperidad, desconciertan, hasta a algunos optimistas. Es allí en donde convoco un trabajo mancomunado bajo el concepto de Desarrollo Regional. Este propósito, insoslayable, si de verdad queremos tener un departamento próspero lo enmarco o interpreto desde el punto de vista de la teoría clásica. Es decir, aquel, en el que los actores participan, activamente, en la definición, decisión e implementación del desarrollo conveniente para las presentes generaciones sin que afecte la capacidad de inversión económica y social, ni los activos ambientales de las futuras generaciones.
Recientemente, se constituyó una mesa llamada de desarrollo regional, de la cual participo, en donde la visión, por insinuación de algunos líderes, quiere reducirse a la miope visión restringida a regalías. De paso costó, en la propia Asamblea génesis del proceso, eliminar por insinuación nuestra y de alguien más, el nombre de Mesa de Desarrollo Regional, con apellido corrupción, para no darles más razones a nuestros “amigos” cachacos y a unos pocos “amigos” costeños genuflexos, para que nos despojen de los nuestro, a no ser que hagamos canje, es decir, que traigan algo de allá.
Tiene poco sentido que este grupo de personas interesadas y motivadas para promover una estrategia para impulsar el desarrollo regional, nos restrinjan nuestro radio de acción. El desarrollo regional, implica todo un espectro que va desde lo estratégico, muy avanzada en el Cesar en documentos como el Plan Regional de Competitividad, hasta lo operativo, que es, a mi juicio, donde estamos fallando.
No solo coincido, con el presidente de una de las zonas francas de Bogotá, sino que lo había dicho y redicho, tenemos que dejar de pensar como provincianos. Nuestro esfuerzo tiene que encaminarse hacia una dinámica económica caracterizada por procesos productivos de fuerte generación de valor agregado.
El crecimiento económico y social será imposible en medio de lo que me atrevo a llamar commoditización de nuestra economía. El escaso 5% que representa la industria en el PIB cesarense, acaparado casi, totalmente, por una minería de enclave, un sector agropecuario disminuido y primario, más un turismo incipiente y rural, constituyen la trampa ideal para profundizar el atraso y la pauperización del Cesar.
Nada pasará si continuamos considerando competitividad prestar unos pesos a los tenderos, a los campesinos y desarrollando curso de guías turísticos, por mencionar solo algunas de las acciones que caracterizan la estrategia de competitividad del Cesar. Sin dejar de hacer política social paternalista, el gobierno, de la mano de sus empresarios y la academia tiene una sola salida: concertar la implementación, planes sobran, de planes y proyectos que impacten, de verdad, nuestra estándar de vida.
Por lo pronto desarrollar infraestructura de vial y de riego, de servicios públicos, promover la educación e investigación pertinentes, mejorar los índices de seguridad y atacar la corrupción, así atraeremos inversión. Paralelamente, liderar o acompañar el desarrollo de macroproyectos que impacten la competitividad, disponer recursos para el fomento de un sector privado agropecuario agroindustrial y promover, a través inversiones nacional y local, así como privada, un turismo competitivo. De lo contrario seguiremos jodidos.
SABLAZO
Gracias, querido Roberto Calderón Cujía, por regalarnos una de las más hermosas obras de tu poesía: “Aunque Después me duela”.