El domingo anterior fui con mi esposa Marlene a visitar a Emma Hernández Ortiz y a sus hijas en la Urbanización ‘Callejas’ en Valledupar. Es costumbre que nos visitemos. Emma es familia de ‘Marle’ y entre nosotros hemos guardado –desde siempre- una familiaridad marcada por el respeto, amor y muchísimo cariño.
Emma o ‘Mema’ como todos le decimos es de Papayal, La Guajira, hace parte de una distinguida familia guajira, residente en Valledupar desde hace más de sesenta años, aquí nacieron sus hijas: Landa Lux, Clara Inés y Claudia Patricia López Hernández. El próximo 10 de marzo, Emma cumplirá 91 años.
Papayal está enclavada dentro del perímetro por donde la firma Cerrejón realiza operaciones de minería de carbón de exportación a cielo abierto (más grande del mundo), al nordeste de Colombia.
Llegamos a visitarla en horas de la tarde. Ella nos recibió como siempre: afectuosa, con mucha alegría. Al vernos se puso las manos sobre el pecho en señal de abrazos; decía emocionada: “Llegaron Marlene y Aquilino”, para nosotros es una dicha sentir el afecto tan generoso de ‘Mema’ y su familia.
Nos abrazamos de gozo, luego nos sentamos en la puerta de la calle, debajo de un árbol frondoso, y salió Landa, una de sus hijas quien acaba de graduarse de abogada. Ella también fue efusiva y como buenos provincianos empezamos a charlar de todo.
Landa Lux contó que su hermana Claudia Patricia ‘Pachi’ y su esposo Mario Díaz con sus hijas María Camila, abogada; y Laura Patricia, Ingeniera Industrial, quienes habían pasado el fin del año en Valledupar y viven en Barranquilla, acababan de salir para el Eje Cafetero.
Llamaron a Clara Inés, pero había salido para cine con su agraciada y pequeña hija María Lucía, de 8 años. Entonces, seguimos las charlas y en medio de la conversación llegaron de visita los dos nietos de Landa: José Daniel, de 9 años y Sara Sofía, de 5 años, dos modelos de muchachos, muy centrados.
El niño de 9 años amable pero un poco tímido, muy introvertido, familiar, así lo expresó con su efusivo saludo. La niña, Sara Sofía, es extrovertida, muy cariñosa y también cultiva enseguida simpatía. Luego del consabido saludo entraron a la casa, directo para la cocina, en donde sus abuelas les guardan meriendas.
Los niños entusiastas como Jose Daniel y Sara Sofía, también son espontáneos, pero se entretienen más rápido que los mayores.
Mientras tanto, nosotros los adultos hablábamos de todo un poco, durante horas. Al rato, Sara Sofía pidió permiso para ir al parque del conjunto residencial, al frente de la casa.
Para respaldar su simpatía, familiaridad y ganarme su confianza le pregunté: Sara Sofía, ¿te acompaño?, enseguida respondió con su filosofía infantil, muy espontánea y mostrando sus cinco dedos del brazo derecho: “Yo se cuidarme sola, ya yo tengo 5 años, gracias”, y se fue corriendo a jugar con sus amiguitas en el parque.
Su bisabuela ‘Mema’, su abuela Landa, mi esposa y yo quedamos de una sola pieza: boquiabiertos, incrédulos y sorprendidos. Sara Sofía ya puede cuidarse por sí misma, su edad de 5 años de vida es su pasaporte de valor y responsabilidad. “Tengo 5 años”, fue una expresión abierta, diáfana, muy seria y tajante.
Me hizo recordar la máxima del investigador, pedagogo y filósofo de niños, el estadunidense Matthew Lipman: “Si queremos adultos que piensen por sí mismos, debemos educar a los niños para que piensen por sí mismos”. A cambio, Sara Sofía más que valor filosófico nos dejó un patrón de seguridad. Necesitamos más niñas y niños así de productivos, Dios los guarde. Feliz año para todos (as). Hasta la próxima semana. tiochiro@hotmail.com @tiochiro.