Cala el discurso del senador Gustavo Petro y el Pacto Histórico para acabar con las burbujas fantasiosas de la riqueza fácil. Convencido de que las leyes son la esencia y vigencia del Estado de Derecho, el senador de la Colombia Humana ha sabido capitalizar la inconformidad social que ha escalado del sector popular a las élites.
Ya lo rodean empresarios, gremios, la academia y políticos de alto turmequé, conscientes de la necesidad de un timonazo a lo chileno, que debe dar el país para tomar la senda de la prosperidad, ante tanta mediocridad y corrupción.
Plazas públicas a reventar en Barranquilla, Bogotá, Pereira y Armenia, y ahora en las playas de la Boquilla en Cartagena, pero antes en Valledupar, donde espetó: “No vamos a empobrecer a los ricos, sino a enriquecer a los pobres”. A donde quiera que llega el candidato presidencial se testimonia el fervor y la esperanza alrededor de un discurso incluyente, ajeno a la guerra anacrónica que no admite el pluralismo ideológico.
El cuento trillado del castrochavismo se quedó sin discurso como expresión populista de coyuntura electorera para crear un Estado de miedo, con aquello de la expropiación, cuando ya todo está expropiado por la corrupción.
Los incas se regían por tres sencillas pero poderosas reglas: no robar, no mentir y no estar ocioso, entonces debemos emularlos para rescatar la confianza y la credulidad perdida, porque el decir es que todos son iguales, y bajo esa premisa no debemos elegir a ninguno.
Otro factor que rema a favor de Petro es la maniobra de suprimir la ley de garantías cambiando una ley estatutaria por una ley ordinaria, esperpento que sería declarado inexequible por la Corte Constitucional, pero de aquí a que ello ocurra la trapisonda y el fraude electoral se han consumado en el umbral de unos comicios para elegir el 13 de marzo de 2022 congresistas y el 29 de mayo del mismo año presidente de la República.
Desafortunadamente vivimos una pirámide invertida de valores por la ignominia de la ignorancia, en donde se vota más por emoción que por ideas, arrastrados por la cultura del envase que desprecia el contenido, donde el funeral importa más que el muerto, la boda más que el amor y el físico más que el intelecto. Pero la pobreza y la abismal brecha se sacudirán sin necesidad de apelar a la disrupción o cambio brusco del orden social por el desgaste de una camarilla de plutócratas que perdió el norte.
Y mientras haya conflicto social habrá lucha de clases, otro artilugio de los que quieren enrostrar resentimiento social, sin cerrar el abismo de la desigualdad, conquistar espacios de democracia, contemplar la naturaleza y propender por una economía más humana.