Quién iba a pensar que como sociedad nos enfrentaríamos a la más compleja amenaza de los últimos 5 siglos en el planeta: el covid-19. Maldito virus y maldita la hora en la que apareció. Pero es un hecho, es real, existe, ha afectado a todas las economías del mundo, ha puesto en jaque a los sistemas de salud y se ha llevado a más de 4 millones y medio de personas, entre ellas, a cerca de 125 mil compatriotas.
No podemos cantar victoria aún, el virus sigue vivo entre nosotros, sigue contagiando y cobrando víctimas en todas partes. Por eso el lavado de manos, el uso del tapabocas y el distanciamiento siguen siendo comportamientos que no debemos desaprender; por el contrario, están llamados a perdurar en el tiempo. Y estos, combinados con las vacunas que siguen produciendo varios laboratorios, son la estrategia perfecta para seguir combatiendo este flagelo y finalmente derrotarlo.
Nunca imaginamos una crisis igual, creo que nunca en la historia se hizo tan necesario el ejercicio de una ciudadanía responsable para combatir a un enemigo que no diferencia entre razas, género, edad o capital social; enemigo que nos ha atacado a todos por igual. Y esa ciudadanía responsable, en la que tanto hemos insistido, es la clave del éxito en esta coyuntura: la más eficaz de las maneras de derrotar el covid-19 es que cada uno de nosotros se comprometa a cuidarse y a cuidar a los demás. Suena sencillo, se ve fácil, pero cuánto nos ha costado hacerlo. La verdad es que en ese sentido nos falta mucho camino por recorrer.
El binomio educación y ciencia aparece como el salvavidas perfecto. Tanto la educación en el nivel familiar, como aquella en los niveles escolar y superior, deben trabajar y luchar de la mano por preservar la vida y la salud de las personas. Y la ciencia, a través de la investigación, debe seguir produciendo soluciones como las vacunas.
Así las cosas, crear conciencia desde la educación y aumentar los presupuestos de inversión para investigar cada vez más y permitirle a la ciencia seguir avanzando, son acciones que deben articularse para insistir en la importancia de poner en marcha esa ciudadanía responsable que permita enterrar este virus y de paso, proyectarnos hacia un mejor futuro en el que el respeto por los demás y sea tan importante como el respeto por uno mismo.
La humanidad debe escuchar este clamor del planeta por llevarnos a replantear esquemas, no podemos seguir viviendo de la misma manera: acabando con los recursos hídricos, con las riquezas naturales, siendo los más letales depredadores de los ecosistemas, contaminando todo a nuestro paso. ¡Ya no más! De nosotros depende actuar conforme a lo requieren las actuales circunstancias o vernos avocados a repetir crisis como estas una y otra vez, hasta que el último de nosotros desaparezca.
Hemos causado, con cada abuso cometido, que la tierra, nuestro hogar, proteste de diferentes formas y se manifieste por las maneras inadecuadas en que nos relacionamos con ella. En vez de agradecerle y cuidarla, en vez de protegerla, la consumimos con voracidad y sin pensar en lo que viene. No es justo.
Hago un llamado a comprometernos con el concepto de sostenibilidad, debemos asumir la responsabilidad de pensar en los que vienen y en la vida que les espera. Ellos merecen nacer en un mundo mejor, más equitativo, más justo, menos corrupto, más limpio, más puro. No podemos seguir viviendo como si nada más que el presente nos importara, como si nuestro bienestar en el mañana estuviera asegurado, no podemos seguir actuando como si nada de esto estuviera pasando.
Los niños de hoy nos deben dar la fuerza suficiente para iniciar un nuevo camino: el de la lucha por los derechos colectivos y del medio ambiente, el del respeto y aplicación de la Constitución y la ley, un camino que nos permita resarcir de alguna manera el gran daño causado, el pagar las culpas pendientes por hacer día tras día lo que nos da la gana.
¡Ya no más!