A partir de los años ochenta cuando emergía una nueva clase social de dudosa procedencia de sus dineros, los grupos de familia tradicional buscando proteger su entorno de relaciones y por supuesto su prestigio, evitaban a toda costa relacionarse con este tipo de personas, de hecho parte de la relevancia de los clubes sociales y la estratificación que predomina en América Latina se debe en parte a evitar que personas de baja ralea y costumbres reprochables estuvieran incluso cerca, desde la aplicación del derecho de admisión en conjuntos residenciales, edificios de apartamento incluso la admisión de los hijos en los colegios de elite, buscaban evitar a toda costa que se colara gente indeseable.
Si por alguna razón algún representante de los denominados “nuevos ricos” coincidía en un sitio público, la gente se cambiaba de mesa o simplemente el restaurante le informaba que no era posible prestarle el servicio; el hecho era que así tuviese mucho dinero, no era aceptado socialmente y debía irse a vivir a la periferia o a la clandestinidad; de esas acciones anecdóticas un narcotraficante del cartel de Cali le negaron la entrada al club social y en retaliación mandó a construir una casa como réplica del club; hoy la casa está abandonada y en ruinas, igualmente el suntuoso edificio de Pablo Escobar llamado Mónaco fue demolido en febrero de 2019 como símbolo de dicho rechazo a la cultura traqueta.
Pero llegaron nuevos tiempos y esa gente se mezcló e irrumpió en la sociedad, en el comercio, en la vida diaria y la incultura, la falta de valores, y todo lo que arrastra el malandro lo fue imponiendo hasta que toda esa podredumbre la camuflan detrás de su dinero o desde las posiciones que han logrado acceder, al final el mercado los premia de una manera especial puesto que son sus clientes fieles y todo se diseña a su medida; pero además, todas sus acciones grotescas, su falta de clase, su irrespeto, su falta de tacto y por supuesto su accionar delictivo ya no es reprochable, ya no les afecta ser señalados públicamente, todo lo contrario, lo disfrutan.
Y me topé con una de esas personas, no se por qué motivo y por intentar desviar el tráfico de la hora pico del mediodía mientras recogía en el colegio a mi hija menor, terminé metido en una de las calles contiguas a la nueva clínica de Colsanitas, sea de paso mencionar como los alrededores de las clínicas se convirtieron en un mercado Persa, la invasión de los alrededores es abrumadoramente caótica; venta de fritos, de tintos, de mangos, de guarapos, fotocopiadoras ambulantes, estaciones de mototaxi, paradero de taxis y por supuesto la calle como parqueadero público, con pocas excepciones esta es la realidad de la mayoría de las clínicas de la ciudad.
La calle contigua a la clínica (15A) que sale a la cra19D o mejor conocida como entrada a las Flores, está tomada en su carril derecho sentido occidente oriente pues la están usando como parqueadero público por lo que solo queda el carril izquierdo habilitado; los conductores que van en sentido occidente oriente deben ceder el paso por razones obvias a quienes vienen en sentido contrario ya que estos últimos llevan la preferencia; cuando iba en busca de la 19D una lujosa camioneta Toyota TXL plateada modelo 2024 ingresa en sentido contrario invadiendo el carril, fue infructuoso el cambio de luces o todas las señales disuasivas para que diera el paso pues por haber invadido el carril debía retroceder o entrar a algunos de los espacios vacíos del improvisado parqueadero y dejarme avanzar; pues simplemente atravesó la camioneta y no permitió que avanzara el tráfico; a los pocos minutos bajó un caballero del vehículo (Un reconocido médico especialista) y esperanzado en que iba a guiar a la persona que conducía la camioneta, descendió me miró con actitud de desprecio e ingresó a la clínica mientras la persona que conducía (Su esposa) seguía atravesada en la vía.
Mi primera idea fue sacar el celular y grabar la escena donde saliera la placa del vehículo y subirlo a redes a manera de sanción social, pero recordé que ya estas acciones no son sancionatorias puesto que muy por el contrario la gente cada dia busca hacer este tipo de acciones como una manera de ser visibilizadas en redes, es decir, llenar su pequeña autoestima con acciones de superioridad cuando en realidad demuestran lo pequeños que son.
La conclusión final es que la clase no se compra, aunque en camioneta te subas, mona te quedas.
Por Eloy Gutiérrez Anaya.