“Adiós no significa siempre el final, a veces significa un nuevo comienzo”, esta frase sentida nos sirve de agradecimiento por los años, treinta y cinco para ser exactos, que la Mona, Edith Mendoza Sarmiento, nos brindó de su sazón y de su amabilidad. Quiero con esta nota hacer un reconocimiento especial a esa labor altruista que iniciara por allá un 5 de septiembre de 1985. Y que muchos años después un 5 de septiembre de 2020, en medio de una profunda crisis mundial, la Mona nos dice… “Ya está bueno. La pandemia me enseñó, Eduardo, a entender que sin patacón pisao, también puedo vivir”. Fueron sus palabras para justificar mi rotundo no a esa noticia que desde luego, ya tomada la decisión nos llena el corazón de nostalgia. “Patacón pisao, cumple hoy treinta y cinco años y cierra definitivamente sus puertas al público; gracias a esa distinguida clientela, sin ella no hubiera sido posible tanto éxito, Dios los bendiga a todos, creo que ya está bueno. Si, ya está bueno. Claro que eso no quiere decir que voy a dejar de tener contacto con ustedes, acá nos tomamos un tinto y algo más… hacemos tertulias” De esta manera Edith Mendoza le dice adiós a ese primer sueño, en el que muchos no creían y auguraban poco tiempo. Ella, tesonera como siempre comenzó en un huequito, ubicado en la calle 16, donde hoy funciona el banco popular oficina principal; y desde ese septiembre del año 85 hasta hoy nada la detuvo, en contra de presagios de quienes, incluidos algunos familiares, desearon que no fuese promisorio.
Y se convirtió en un paladín del sabor criollo. El punto de encuentro para nóveles y veteranos artistas de todas las áreas: pintores, poetas, actores, artistas plásticos, escultores, bohemios entre muchos otros. Allí confluían y fueron edificando, hoy algunos famosos otros no tanto, siguen encontrando en “patacón pisao”, su punto de partida y el de llegada después de recorrer el mundo. Políticos y músicos de todos los niveles fueron también sus clientes. Seguro estoy que habrán de extrañar el sabor de la Mona. -José Aponte está llorando-, me dijo ella en tono de sarcasmo.
Pero sé que en medio de todo la nostalgia que nos cobija, tanto a ella que pregona su cansancio y la mala fe de esa pandemia que vino a dañar tantas cosas y a llevarse a muchos amigos, como a nosotros sus clientes entrañables, nos va a doler que se acabe un restaurante que marcó un nivel altísimo en el sabor de la comida criolla y el ambiente familiar que todos disfrutamos. Allí está Álvaro Castro que da fe de ello.
“El adiós no importa para nada, son los recuerdos y los sentimientos compartidos los verdaderamente importantes”. Nos queda en el baúl de los sentimientos, de donde no se pierden detalles, elementos para no dejar de lado los recuerdos de aquellos momentos de opíparas viandas a las que nos acostumbró. Gracias Mona por demostrarnos que el tesón y la entrega son la mejor herramienta para seguir adelante y lograr que los sueños se conviertan en una hermosa realidad. Gran ejemplo. Sólo Eso.