Por: Basilio Padilla
Por más de 50 años, hemos vivido con la tragedia de la guerra y la violencia que el conflicto armado le ha causado a nuestro país. De acuerdo a los psicólogos y sociólogos, este hecho ha incidido en la transformación individual, reflejado en lo cultural, que en otras palabras nos ha hecho un país más violento y de corto temperamento.
La influencia del conflicto armado ha hecho que muchas personas que antes vivían una vida humilde y pacifica se hayan transformado en mentes criminales, que nada les cuesta reaccionar instantáneamente y así cambiar el destino de innumerables familias. La guerrilla se inició como un movimiento que pretendía defender a la clase pobre de los ricos opresores. Esto tuvo sentido para muchos, ya que la inequidad social y la diferencia de clases era exagerada. Los patronos trataban a los trabajadores como esclavos y los maltrataban con frecuencia. Estos, a su vez, buscaban la sombra y protección de los guerrilleros. Con el doble pretexto de un lado, resolver sus problemas de finanzas y el otro de proteger a la clase oprimida, se iniciaron los múltiples secuestros que después de un tiempo se generalizaron básicamente a todos los ciudadanos, con las famosas pescas milagrosas. Es decir que ya cuando se agotaba el grupo de ricos, oligarcas y latifundistas como se les solía llamar, estos secuestros se hicieron para la clase media y a veces hasta los pobres mismos caían en las redes de la pesca milagrosa.
En esta época tenebrosa de nuestra historia, nadie se atrevía a salir a ninguna parte, las fincas fueron abandonadas y muchos hasta las malvendieron con tal de mantenerse alejados del peligro. Los mismos trabajadores del campo le informaban a la guerrilla de los movimientos de sus patronos para los propósitos del secuestro. La producción agrícola se vino al suelo y los precios de los productos de la canasta familiar se incrementaron y nunca más han bajado. Todo esto dio origen a uno de los movimientos más sangrientos de nuestra historia, también con la excusa de la defensa de la sociedad colombiana, perseguida por la guerrilla.
Nacieron así las autodefensas de Colombia que poco a poco se organizaron en todo el país y paradójicamente mientras los pobres buscaban la protección de la guerrilla, los ricos, profesionales, corporaciones y toda clase de empresas la buscaban de los paramilitares, como se les llego a denominar. La lucha entre estos dos grupos se hizo cruenta y en la desesperación de armarse bien y tener todos los elementos de guerra, ambos grupos iniciaron nuevos negocios: los paramilitares de protección a aquellos que promovieron su formación y ambos incursionaron en el negocio ilegal del narcotráfico para fortalecerse económica e individualmente.
Las autodefensas llegaron a penetrar instituciones y gentes importantes del país: políticos, gobernantes, empresarios, etc. La participación política les dio más credibilidad, ya que posteriormente, ellos mismos escogían a los candidatos, obligando al electorado a votar por ellos. La perversión de nuestra sociedad fue tal que ya la ciudadanía acudía a los jefes paramilitares para resolver sus problemas y al mismo tiempo ellos se encargaban de la seguridad ciudadana. La metamorfosis social fue aceptada en forma tácita, ya que ellos resolvían las querellas particulares y determinaban quien era culpable y quien no, además que fue una forma más rápida de llegar a un acuerdo, cosa que no sucede con los estrados judiciales donde resolver una simple discusión tarda más de tres años. Los culpables eran severamente castigados o ejecutados creándose así un gobierno prácticamente virtual, pero al cual todos le temían. Posteriormente, ocurre la desmovilización de las AUC, pero la guerrilla persiste en su lucha, que no produce resultados reales, sino que crea un ambiente de inestabilidad, que es mirado con gran preocupación por habitantes y gobernantes de otros países, al punto que algunos de ellos advierten sobre viajes a Colombia, por el alto riesgo de secuestro y la inseguridad reinante en las ciudades y el campo.
Se percibe un mejor ambiente durante la administración del presidente Uribe y otra vez comienzan las preocupaciones, no tanto por el peligro de secuestros sino el incremento de la delincuencia común y el crimen. Por estas razones y en virtud que todos queremos vivir en paz e iniciar la recuperación moral del país, ya era hora que pensemos en iniciar discusiones de paz con todos aquellos que insisten en el conflicto armado, este es un punto muy favorable para nuestro presidente Juan Manuel Santos, ya que su imagen en el tema de seguridad no es la mejor; sin embargo existen muchas dudas sobre, si esta vez, realmente estas conversaciones llegarán a un feliz término, donde los únicos ganadores seremos nosotros los Colombianos.