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¿Y si se acaba el mundo?

PALABRAS DE VIDA ETERNA

Por: Marlon Javier Domínguez
Llegó diciembre. Muchos esperan el fin de una era, según las predicciones mayas; otros,  presa de un cierto miedo colectivo, esperan una gran catástrofe cósmica que supuestamente pondrá fin a todo; algunos preparan sus corazones para celebrar la Navidad, muchos otros simplemente se divierten e intentan sacar el mayor provecho a cada instante de sus merecidas vacaciones; un pequeño grupo de amargados mira el pasado y se lamenta por lo bueno que fue todo y ya dejó de ser, un puñado de soñadores ve el presente y piensa en lo promisorio del futuro. Yo, por mi parte, pretendo ser de los que se ocupan en amar y consideran que la vida es demasiado fugaz para malgastarla pensando en un trágico final o complicarla con nimiedades.
Sin embargo, en estos días en los que se habla por doquier del fin del mundo (aunque para nada me inquieta tal cuestión) me he dejado contagiar de las conversaciones de mis amigos y he escuchado atentamente sus respuestas a la pregunta: ¿Qué harías si el mundo se acabara este año? Uno que otro romántico ha dicho que buscaría a la persona amada y miraría fijamente sus ojos mientras espera el fin; hay quienes, habiéndose cohibido de manifestar su amor a los demás, optarían por sacar de lo más recóndito de su ser el romanticismo que siempre reprimieron; una cena, un abrazo, unas palabras de despedida y agradecimiento, un perdón, un rencuentro, muchas cosas hacen parte de las acciones que se ejecutarían en el supuesto de que todo acabara pronto. ¿Qué haría yo? Admito que he gastado cierto tiempo y he puesto a trabajar un par de neuronas en tal cuestión, pero creo que finalmente he encontrado una respuesta satisfactoria y quiero compartirla con ustedes:
Si el mundo terminara este año yo no haría nada distinto de lo que usualmente hago: seguiría amando con la totalidad de mi ser al Dios que de niño conocí y que incondicionalmente me ama, seguiría brindando toda mi capacidad laboral a aquellos que me han abierto las puertas de sus empresas y mis palabras a quienes me han abierto las puertas de sus corazones, seguiría amando profundamente a mis padres y a la mujer de mi vida, me esforzaría por hacer parte de la última edición de este diario y simplemente seguiría siendo yo.
El mundo no terminará este diciembre, ni hay que dejar para último momento las cosas que deberían hacerse de manera cotidiana: ame, diviértase, lea un libro, descanse, comparta con aquellos a quienes quiere, pida perdón, prepare su corazón para Dios, salga de los esquemas que le mantienen preso, exprese lo que siente, llore, ría, busque la felicidad para la que fue creado, venza sus miedos ¡VIVA! La vida es un suspiro que se nos escapa, no cuando lo dictaminan los intérpretes de una civilización a la que se le terminó el tiempo o los utensilios para seguir elaborando calendarios, sino en cada instante que pasa; cada momento es valioso y no se repite, cada día constituye una oportunidad única, y el hecho de que nunca el reloj vuelva atrás nos debe llevar a aprovechar el presente; magistralmente lo expresa un compositor de nuestro folclor a quien, de paso, expreso mi admiración y respeto: “el día no puede volver al minuto que pasa, el año va envejeciendo y no puede hacer nada, porque los días vividos ya no se regresan…” Feliz domingo.

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