Petro tiene ahora la calma de las fieras antes de dar el zarpazo. No parpadea, mira fijamente, se sonríe tímidamente porque se sabe casi solo y al frente de unas fuerzas que ni él mismo tiene capacidad cierta para medir. Quienes posan de líderes regionales no son las personas en cuya cabeza podrían identificarse cierta cantidad de votos. Ellos, los que se creen jefes, son unos dentro de tantos y el día de las elecciones saben cuántos, no quienes son, por la Registraduría.
Entonces Petro no necesita jefes de debate, ni cuadros ni organización electoral, la conexión es directa entre él y sus adeptos, y su discurso atractivo, emocional y caudillista no será sometido a ninguna aprobación. Además, si no lo ha dicho lo inventan y terminan votando por él.
La figura de Petro, o lo que las personas se imaginan que es, o mejor lo que quieren que sea, recoge más a los inconformes que su propio discurso. Su realidad podría estar por encima inclusive de lo que hasta él podría sospechar.
Y esa es la situación de Petro, está listo, en su esquina, relajado sin tener que improvisar o armar algo porque ya lo tiene listo.
¿Y del otro lado qué hay? Veo a una cantidad de gente, montonera, muchos de ellos que ni siquiera han terminado de autodefinirse ideológicamente tratando de unirse para atajar una avalancha sin saber cómo y de qué manera lo harán.
Existe diversidad de matices, posturas, intereses, amores y odios que impiden construir el perfil de alguien que no puede ser el de un pintado en la pared, pues a Petro quien lo vaya a enfrentar tiene que pisar unos terrenos que ya este marcó.
¿Y quién lo va desafiar? Fajardo, Galán Pachón, Char, Martha Lucía. ¿Quién? ¿Con qué banderas? Individualmente ninguno de ellos llega a nada, piensa uno que esa alianza va a terminar teniendo más colores e iniciales que las de LGTBI, en un país que se relame solo con el rojo y el azul y para mí ese “otro” debe estar pintado de rojo, sin disimulos, franca y abiertamente, y hay un nombre que no voy a mencionar todavía pero que va estar en los cuartos de final. La historia siempre va a pesar. La neblina comienza a disiparse.
No hay duda, el cotarro (¿qué será cotarro?) político está revuelto, pero es una revoltura de los que tienen que estar mezclados porque son muchos y disímiles y están agitados, porque si algo claro están viendo es una candidatura muy fuerte y con nombre propio que representa a la izquierda: Gustavo Petro Urrego. Ahí está encabezando encuestas y hasta ahora el único de cuya presencia en el partidor debemos quedar seguros.
Está arrancando con el pie derecho porque no tiene que inventar nada y sabe que con lo que tiene, y la gente sabe que lo posee, es que va a dar la pelea. Su discurso ya se conoce y si acaso necesitará retoques, pero ahí está y la gente lo conoce y si no lo sabe se lo inventa y le cree porque Petro es un caudillo.